VISTO / OÍDO

Crímenes de guerra

Los salvajes iraquíes van a matar a dos periodistas franceses, rehenes de una petición imposible: que permitan en Francia el pañuelo en la cabeza de las niñas musulmanas. Ésa es una canallada de Estado que, bajo la cobertura del ateísmo, o del laicismo, impone una humillación y una vergüenza a miles de muchachas educadas en una fe no más razonable de las de los otros, ni más disparatada. Evidentemente, no son hechos intercambiables: los salvajes de Irak están ejecutando inocentes continuamente, y enseñan vídeos que arrojan la vergüenza sobre ellos. Los crímenes de guerra son ahora públicos y e...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Los salvajes iraquíes van a matar a dos periodistas franceses, rehenes de una petición imposible: que permitan en Francia el pañuelo en la cabeza de las niñas musulmanas. Ésa es una canallada de Estado que, bajo la cobertura del ateísmo, o del laicismo, impone una humillación y una vergüenza a miles de muchachas educadas en una fe no más razonable de las de los otros, ni más disparatada. Evidentemente, no son hechos intercambiables: los salvajes de Irak están ejecutando inocentes continuamente, y enseñan vídeos que arrojan la vergüenza sobre ellos. Los crímenes de guerra son ahora públicos y equilibran mucho todas las fuerzas, y repiten las miserias. Se pueden hacer algunas observaciones: los periodistas no son invulnerables: los soldados de Estados Unidos han matado directamente a muchos, algunos españoles, y cuando las familias piden justicia, el Gobierno propio les dio una explicación increíble. Franco les fusilaba, y no se cargó al británico Koestler por un intercambio. Segundo: es un axioma que los Estados no tratan con asesinos. A no ser para pagarles, porque Roma sí pagaba traidores y asesinos, y Francia también y, bueno, España. No digamos Estados Unidos, que adiestra para eso. También pactan, qué duda cabe: recuerdo a De Gaulle diciendo despectivamente a los argelinos que dejaran sus cuchillos en el guardarropa, y finalmente les entregó su país, donde el cuchillo ganaba a las armas automáticas. Así, los torturadores de prisioneros iraquíes, quizá los asesinos directos -las cámaras de vídeo y de fotos no recogen todo-, tienen escasamente nada que decir a los otros. Pero lo dicen.

Se trata de crímenes de guerra normales: la guerra es un crimen, en sí misma, y los que inician las guerras son criminales nominales. Cierto que algunos van sin querer, como nosotros, a Afganistán; por mor de las leyes la de Irak era falsa y ésta se cree justa. ¡Vamos, vamos! A mí me daba vergüenza oír a Bono: "Hay terroristas en Afganistán. Es el país de los talibanes donde se esconde Bin Laden, el país del tráfico de armas y drogas y el lugar donde algunos señores de la guerra pretenden seguir imponiendo la razón de la fuerza en vez de la fuerza de la razón". Pero es que yo soy muy vergonzoso.

Archivado En