Reportaje:

La historia de la música renace en Torrelaguna

Uno de los escasos constructores de clavicordios de España tiene su taller en un municipio de la sierra norte

Juan de Gamarra es una pequeña y poco transitada calleja situada a espaldas del Ayuntamiento de Torrelaguna, demasiado estrecha para tener siquiera acera. Aquí es donde tiene su taller Rafael Marijuán, constructor de claves y afinador de pianos.

Los días de mucho calor, cuando Rafael deja entreabierta la puerta de su taller, la calle se llena con una curiosa amalgama de sonidos: una sierra trabajando la madera, un martillo claveteando una punta, los acordes que el propio luthier saca a un instrumento mientras lo afina...

El artesano está temeroso de su intimidad. Por eso, ...

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Juan de Gamarra es una pequeña y poco transitada calleja situada a espaldas del Ayuntamiento de Torrelaguna, demasiado estrecha para tener siquiera acera. Aquí es donde tiene su taller Rafael Marijuán, constructor de claves y afinador de pianos.

Los días de mucho calor, cuando Rafael deja entreabierta la puerta de su taller, la calle se llena con una curiosa amalgama de sonidos: una sierra trabajando la madera, un martillo claveteando una punta, los acordes que el propio luthier saca a un instrumento mientras lo afina...

El artesano está temeroso de su intimidad. Por eso, al maestro le cuesta bajar la guardia y contar que un clave -la corrección lingüística obliga al uso del masculino- es el antecedente barroco del piano o que él es uno de los pocos constructores de claves que existen en España.

"Un día, decidí construir mi primer clavicordio, que es un instrumento muy sencillo"
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Instrumento de tecla preferido en Europa desde comienzos del siglo XVI hasta finales del siglo XVIII, lo rudimentario del instrumento -una cuerda pinzada por un martinete que asciende al pulsar una tecla- permitió a muchos aficionados fabricar sus propios claves siguiendo sus propias y particulares directrices. De ahí la variedad de formas de las creaciones.

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Rafael ha aprendido a repetir los mismos gestos y adquirir el modo de pensar que, en siglos pasados, desarrollaron legendarios luthiers como Grimaldi, Ruckers, Taskin o Dulcken. De este modo, sus manos van recreando las distintas piezas del instrumento, en muchos de los casos, pequeñas joyas de ebanistería.

Los ancestros musicales de Rafael se reducen a un abuelo constructor de dulzainas en Palencia. Y ni siquiera le conoció, por lo que su evolución personal se puede considerar totalmente genuina.

Rafael tuvo su primer contacto profesional con el oficio en un taller de pianos de Valladolid. "Una vez al mes", relata Marijuán, "el afinador venía a Burgos, donde yo vivía, y le ayudaba. Así aprendí".

Años después decidió mejorar su formación. "Rellené el formulario para solicitar mi inscripción en una escuela en Londres. Me aceptaron y viajé a Inglaterra para seguir con mis estudios. Al mismo tiempo que asistía a la escuela, entré a trabajar como aprendiz en un taller de restauración de instrumentos antiguos, donde estuve un año. Más tarde pasé a otro taller, donde comencé a trabajar sobre pianos más antiguos, más delicados", recuerda.

Poco a poco, el artesano iba caminando hacia atrás en la historia: "Un día decidí construir mi primer clavicordio, que es un instrumento muy sencillo, que pude elaborar en mi propia casa. Poco después, de nuevo cómo aprendiz, entraba a trabajar en un taller de construcción de claves en Oxford [Reino Unido]".

Y ahí fue donde, definitivamente, le picó el gusanillo del clave: "Me matriculé en la Escuela Politécnica, estuve dos años estudiando teclados preclásicos, me saqué el diploma y me vine a España a trabajar". Fue entonces cuando montó su taller en Torrelaguna, en la sierra norte.

Dedicarse a construir claves requiere conocimiento en las técnicas del oficio, buenas manos para la ebanistería, paciencia y laboriosidad. "Dedicándome sólo a la construcción de un instrumento, puedo tardar de cuatro a seis meses en acabar el trabajo. Pero como tengo que hacer también otros trabajos (afinar, trabajos fuera del taller, producciones de óperas, restauración de instrumentos antiguos,...), estoy dando una lista de espera de unos quince meses".

Además, hay que practicar la prospección arqueológica por archivos y desvanes. "Por ejemplo, de los claves españoles se sabe muy poco. Apenas han quedado instrumentos, por lo que ni siquiera sabemos cómo sonaban. Por eso, cada constructor tiene que crear su propio sonido", añade.

El trabajo comienza ya con la elección y tala de la madera. "Lo ideal es una madera ancha y limpia de nudos. Si hubiera que rebajar mucho con el cepillo, aparte de un desperdicio de material, podríamos encontrarnos con el problema de que la madera esté más seca o más húmeda en unas zonas que en otras", explica.

Aparte, dependiendo de la parte del instrumento a la que vaya a ir destinada la pieza, se opta por unas maderas u otras. "Con álamo, tilo y pino yo hago las cajas, pues son blandas y flexibles, y eso facilita cortar con un grosor de milímetros; ébano y boj para las teclas; roble y haya en los clavijeros...", indica.

Aunque también existen varias escuelas (alemana, española o inglesa), muchas de las piezas musicales creadas para el clave están escritas expresamente para ser tocadas en instrumentos franceses, flamencos o italianos.

El coste final de venta de un clave depende de numerosos factores -materiales utilizados, versatilidad del instrumento, laboriosidad de los elementos decorativos...-, pero se venden entre los 6.000 y los 23.000 euros.

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