Tribuna:PAÍSES, PAISAJES Y PAISANAJES | FÓRUM DE BARCELONA | Opinión

Tiburones y bicicletas

Como ya sugeríamos la semana pasada, el mandala tibetano de La Rambla empieza a ejercer su efecto yu-yu sedante en la ciudadanía. Ejemplo: ¿sabían ustedes que su actual ubicación fue resultado de las presiones del Gobierno chino, poco interesado en que los guerreros de terracota -a la izquierda y con calzón azul- se midieran en el mismo recinto con los pacíficos monjes -a la derecha y con calzón azafrán- de su "provincia rebelde"? Cual pitonisos de esos que aparecen de madrugada en televisión, las cabezas pensantes del evento prefirieron plegarse a la realidad. Es decir, por mucho que d...

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Como ya sugeríamos la semana pasada, el mandala tibetano de La Rambla empieza a ejercer su efecto yu-yu sedante en la ciudadanía. Ejemplo: ¿sabían ustedes que su actual ubicación fue resultado de las presiones del Gobierno chino, poco interesado en que los guerreros de terracota -a la izquierda y con calzón azul- se midieran en el mismo recinto con los pacíficos monjes -a la derecha y con calzón azafrán- de su "provincia rebelde"? Cual pitonisos de esos que aparecen de madrugada en televisión, las cabezas pensantes del evento prefirieron plegarse a la realidad. Es decir, por mucho que dialoguemos y dialoguemos, y volvamos a dialogar, si no hay medidas políticas, ni voluntad de aplicarlas, unos seguirán en una tienda de campaña en la quinta leche, mientras que otros dispondrán de pabellón climatizado (goteras aparte) en el mismo centro. La teoría y la práctica. Lo que se dice y lo que no se dice. Lo que se presume y lo que se maquilla. Los guerreros y el monje, bonita imagen para reflexionar sobre la comunicación. ¿Es de esta manera como Barcelona está cambiando el mundo?

Visto así, el Fórum se parece cada vez más a esos ciclistas que, a toda velocidad y haciendo sonar frenéticamente un timbre, arremeten a diario contra los peatones en las estrechas calles de la Barcelona antigua. Cual escualo hambriento, el Ciclistus velocipedus se precipita sobre un cardumen de peces (aquí, impóstese la voz a lo Félix Rodríguez de la Fuente). Lo curioso del fenómeno es que suele tratarse de personas simpáticas, enrolladas (los ciclistas, no los tiburones, ¡ojo!, no hay que confundirse), que presumen de ecologismo, de utilizar un medio de transporte no contaminante y supuestamente silencioso. Pero no se fíen. ¡Quia! Esos aguerridos defensores de la sostenibilidad y el reciclaje son los mismos que acosan temerariamente a quienes tan sólo desean pasear y sobrevivir a ello. El relajante pedaleo, en vez de constituir una solución al tráfico rodado, acaba convertido en fuente inagotable de malos humores. A su vez, la bicicleta se transforma en uno de esos inventos que cambiarán el mundo (ataúdes biodegradables, juguetes hechos con basura o palitroques para detectar minas). Ésos parecen ser los principios de este foro de las culturas: ejecutar violentas intervenciones en el paisaje urbano con la coartada de las nobles causas. Y todo ello a ritmo de samba intercultural -ven y diviértete, ring, ring, ring-. ¡Apartaos, que llevo prisa!

De acuerdo, nos dejaremos atropellar por el trenecito del Fórum con la condición de que nos entierren en un ataúd reciclable. También aceptaremos que somos violentos por naturaleza por el mero hecho de pertenecer al género masculino. Y apoyaremos que los ancianos cedan su asiento en el autobús a los niños para evitarles un trauma infantil. Ahora sí, ya estamos preparados para comprender la coherencia del Fórum. Nos hablan de complejidad y sostenibilidad, y tenemos la impresión de que somos cada vez más simples, simplistas y simplones. Esto no hay quien lo sostenga. Alguien se precipitó al pensar que Barcelona podía cambiar el mundo. Alguien tuvo un ataque de hiperclorhidria y de grandeza -consecutivamente- y se rodeó de acólitos igualmente hiperclorhídricos y necesitados de gloria. Todos ellos se instalaron en una ilusión que creció como un globo de final incierto al que llamaron Fórum Universal de las Culturas. Desconfiamos de las mayúsculas. Te miran por encima del hombro y se ponen divinas. Tenemos la impresión de vivir en una ciudad mayúscula porque alguien se puso estupendo y decidió que lo que nos convenía era un gran evento mundial, más que nada para pasar a la historia. Y resulta que la historia está repleta de ilusiones, de errores y de mentiras. Y es que Barcelona y yo somos así, señora.

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