Editorial:

Ahorro en mínimos

La familia española media apenas ahorra. De este hecho cabría deducir ingenuamente que tiene gran confianza en el futuro, pues supone que seguirá disponiendo de rentas suficientes para mantener el actual ritmo de consumo. Éste ha sido en el primer trimestre del año, según la última encuesta de presupuestos familiares, el más elevado desde finales de 2001. Pero la realidad puede ser muy distinta a tenor de las propias opiniones que refleja esa encuesta del INE. La más contundente, pero en absoluto nueva, es la proporción de familias (56%) que tienen problemas para llegar a final de mes: nada me...

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La familia española media apenas ahorra. De este hecho cabría deducir ingenuamente que tiene gran confianza en el futuro, pues supone que seguirá disponiendo de rentas suficientes para mantener el actual ritmo de consumo. Éste ha sido en el primer trimestre del año, según la última encuesta de presupuestos familiares, el más elevado desde finales de 2001. Pero la realidad puede ser muy distinta a tenor de las propias opiniones que refleja esa encuesta del INE. La más contundente, pero en absoluto nueva, es la proporción de familias (56%) que tienen problemas para llegar a final de mes: nada menos que ocho millones. No se trata, por tanto, de que los españoles renuncien a ahorrar; es que no pueden hacerlo, según dos de cada tres hogares.

Dicho de otra forma, una proporción significativa de españoles está ahorrando a través de la adquisición de su vivienda que, en no pocos casos, actúa como garantía de un endeudamiento elevado. El Banco de España acaba de recordar en su Informe Anual que la proporción entre deuda de las familias y renta bruta disponible supera el 90%, un porcentaje superior al del promedio europeo, que duplica el existente a mediados de los noventa. La atención del servicio de esa deuda constituye una obligada prioridad que, en muchos casos, deja poco margen para otras formas de ahorro.

La inquietud por estos comportamientos no debería ser excesiva si estuviera garantizado el crecimiento de la renta y del empleo, así como la estabilidad de los tipos de interés. En la medida en que la mayor parte del endeudamiento familiar esté vinculado a tipos variables, cualquier elevación de éstos agravaría las dificultades. Como, además, el margen de maniobra para extender los vencimientos de los préstamos no es muy grande, aumentaría el esfuerzo necesario para satisfacer el servicio de la deuda. Cuando llegue esa subida en el precio del dinero, si no hay mayor crecimiento del empleo y de la renta, la encuesta de presupuestos familiares aportará resultados más inquietantes. Mientras tanto, convendría que el Gobierno, al tiempo que facilita la prometida diversificación del patrón de nuestro crecimiento económico, hiciera lo propio con el hoy vulnerable patrón de ahorro familiar.

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