Reportaje:Eurocopa 2004 | El gran duelo de cuartos

El mundo de Wayne

Rooney, criado en barrios marginales, encarna la antítesis del hechizo de Beckham

La noche antes de la Batalla de Waterloo, el Duque de Wellington, comandante en jefe del ejercito inglés, salió disfrazado de su carpa para tantear la moral de la tropa. Al volver le dijo a uno de sus generales: "No sé cómo reaccionarán los franceses, pero le confieso una cosa: a mí me provocan terror".

Uno ve a Wayne Rooney y entiende mejor cómo fue que Inglaterra llegó a poseer un imperio en el que el sol nunca se puso. Por fisonomía, por cultura, la jovencísima estrella de la primera fase de la Eurocopa es el arquetipo de aquella clase obrera inglesa de donde salieron los soldados qu...

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La noche antes de la Batalla de Waterloo, el Duque de Wellington, comandante en jefe del ejercito inglés, salió disfrazado de su carpa para tantear la moral de la tropa. Al volver le dijo a uno de sus generales: "No sé cómo reaccionarán los franceses, pero le confieso una cosa: a mí me provocan terror".

Uno ve a Wayne Rooney y entiende mejor cómo fue que Inglaterra llegó a poseer un imperio en el que el sol nunca se puso. Por fisonomía, por cultura, la jovencísima estrella de la primera fase de la Eurocopa es el arquetipo de aquella clase obrera inglesa de donde salieron los soldados que en el siglo XIX conquistaron medio mundo. Si Rooney no fuese futbolista sería el clásico hooligan, de aquellos a los que nada más verles la cara -pelo raso, nariz chata, mentón de bulldog buscando pelea- la policía portuguesa los lleva directamente al avión.

La duda es si podrá mantenerse al margen de los peligros que le traerá la fama
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Lo cual sería un error. Porque según dicen en los barrios marginales de Liverpool, donde sus padres lo criaron desde el desempleo, Rooney entra en una especie de trance guerrero cuando cruza la raya blanca del terreno de juego. Pero aunque de pequeño fue -como su padre- boxeador, fuera del campo es un buen chico al que ni siquiera le interesa demasiado la cerveza. A diferencia de sus familiares, cuya pasión por las pintas se refleja en sus pantagruélicas barrigas, y en lo que ocurrió hace un par de meses en la fiesta de cumpleaños de la novia de Rooney.

Todo empezó muy bien, con el astro del Everton regalándole a Coleen MgLoughlin, su novia desde la infancia, un anillo de diamantes en el salón de un lujoso hotel en Liverpool cuyas paredes Rooney había adornado con fotos de su amada cuando era bebé. Pero cuando los empleados del hotel cerraron el bar a las dos de la mañana se desató el caos. La madre de Rooney, de 37 años y borracha como un cosaco, intercambiaba insultos con la madre de la cumpleañera mientras que los dos padres se revolcaban a trompadas por el suelo. Un tío de Rooney y un amigo íntimo de la familia acabaron la noche con las caras bañadas de sangre. El jugador y su novia se refugiaron en la cocina, donde Rooney, furioso con su familia, dio un puñetazo contra la pared, según el Daily Telegraph, haciéndose daño en la mano. Ambos abandonaron el recinto llorando.

Rooney, que a sus 18 años y casi ocho meses está batiendo todos los récords de precocidad en el fútbol de élite europeo y que se ha erigido en el máximo artillero de la Eurocopa con cuatro tantos, ahora vive con su novia en un barrio opulento en las afueras de Liverpool mientras que sus padres siguen -por elección personal- en la casa de siempre, al lado del pub de toda la vida. La casa del joven goleador inglés en Formby tiene seis habitaciones y le costó 1,8 millones de euros. Su sueldo en el Everton, su club de toda la vida,es de 22.500 euros por semana, además de los ingresos publicitarios que le reportan los seis contratos con grandes empresas que tenía suscritos antes de que diera inicio la Eurocopa.

La duda ahora en Inglaterra es si Rooney podrá mantenerse al margen de los peligros que le traerá la fama, si seguirá el camino de David Beckham, que logró aislar el mundo del fútbol del de la celebridad, o el de Paul Gascoigne, cuyo enorme talento se diluyó en alcohol y drogas.

Claro, la ruta Beckham sólo la podrá seguir hasta cierto punto. Dificilmente se llegará a asociar a Rooney con el glamour. Resultaría sorprendente si las adolescentes japonesas se enamoraran en masa de un jugador que es al fútbol lo que ha sido Mike Tyson al boxeo. Pero lo que también parece ser verdad es que si se le protege de las tentaciones que inevitablemente le rodearán, Rooney dejará más huella en el fútbol inglés, hará más para la deshilachada reputación del país que inventó el deporte, que su célebre capitán de selección.

Camiseta de Rooney con el número 9

FIEBRE POR EL 9.

La camiseta de Rooney ha triplicado su valor desde que comenzó la Eurocopa. Un coleccionista, Peter Davies, en la imagen, afirma que le han ofrecido unos 4.500 euros por ella. El interés por todo lo relacionado con el goleador inglés ha llegado hasta China, donde ya se comercializa ropa y objetos relacionados con Rooney, en cuyo equipo, el Everton, milita el jugador chino, Li Tie.

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