Reportaje:TENIS | Comienza el torneo de Wimbledon

Los guardianes de la hierba

Dos aves rapaces se encargan de ahuyentar gaviotas, palomas y cualquier clase de pájaro capaz de crear problemas al césped de las pistas

Espantapájaros para los granjeros, gavilanes para los tenistas. Dos aves rapaces protegen la hierba de las pistas del All England Lawn Tennis and Croquet Club donde se disputa, a partir de hoy, 21, el tradicional torneo de Wimbledon, en la categoría de Grand Slam. Al veterano Hamish, con unos 14 años dedicado a la tarea, se ha unido Hector, un mero aprendiz de dos años. En ambos gavilanes confía el elitista club londinense para ahuyentar a pájaros, gaviotas, palomas y cualquier otra ave capaz de crear problemas a la hierba del gran escenario tenístico. No son, sin embargo,...

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Espantapájaros para los granjeros, gavilanes para los tenistas. Dos aves rapaces protegen la hierba de las pistas del All England Lawn Tennis and Croquet Club donde se disputa, a partir de hoy, 21, el tradicional torneo de Wimbledon, en la categoría de Grand Slam. Al veterano Hamish, con unos 14 años dedicado a la tarea, se ha unido Hector, un mero aprendiz de dos años. En ambos gavilanes confía el elitista club londinense para ahuyentar a pájaros, gaviotas, palomas y cualquier otra ave capaz de crear problemas a la hierba del gran escenario tenístico. No son, sin embargo, los únicos animales atraídos por el verde aterciopelado de las 19 pistas dedicadas al más importante campeonato internacional de tenis sobre hierba.

Un millar de guardas vigila las instalaciones, esparcidas por más de 16 hectáreas de terreno
El torneo no conoce los números rojos y los beneficios superan los 55 millones de euros
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Wimbledon también sufre una invasión de zorros que ha hecho saltar la alarma. En pocos minutos, un zorro podría socavar hoyos profundos en la hierba, cuyas semillas proceden del condado norteño de Yorkshire y arruinar la uniforme superficie que se deja crecer hasta un límite de 13 milímetros en la primavera y se reduce hasta los ocho milímetros de altura en vísperas de los primeros partidos. La solución al problema, esta vez, sí procede del campo. Una alambrada eléctrica bordea el perímetro de las pistas.

Además, personal especializado de seguridad del torneo controla que ninguna persona, sin el debido permiso y la correspondiente autorización, pise o acaricie el verde donde 25 tenistas españoles pelotearán en busca de la victoria en hierba de 2004. Y, en una iniciativa que se estrena en la presente edición, los jugadores de habla hispana contarán con un intérprete en las respectivas conferencias de prensa. De ser efectiva se contratarán traductores de otras lenguas en años posteriores.

Un millar de guardas vigila las instalaciones del complejo deportivo de Wimbledon, esparcidas por los 40 acres (más de 16 hectáreas) de terreno que el club destina a su competición anual de dos semanas de duración. Los preparativos del torneo comienzan en enero, con la selección de las patrullas infantiles de recogepelotas, y en los meses siguientes todo se limpia y repinta en los tradicionales colores verde y morado. No se descuida un detalle. Una semana antes de la llegada de tenistas y espectadores, los jardineros arrancaban diminutas malas hierbas que asomaban entre las juntas de los adoquines del suelo.

El All England vive de su torneo y no conoce los números rojos. Los beneficios han sumado más de 55 millones de euros en cada convocatoria de la última década. Es un club privado, con 350 miembros permanentes y 100 temporales, además de los honorarios integrados por ex campeones.

Su capacidad máxima durante el campeonato se aproxima a las 42.000 personas, y el año pasado recibió a un total de 410.000 visitantes de pago británicos y 60.000 extranjeros. Se reparten un total de 3.358 acreditaciones de prensa, incluidas 300 para fotógrafos.

Es difícil conseguir entradas para el torneo de Wimbledon. Muchas salen a sorteo público, abierto a británicos y extranjeros, al final de cada edición. Otro 10% se reparte entre entidades corporativas, y cada jornada de la competición se ponen a la venta 1.500 localidades para la pista central y las número uno y número dos. También se venden diariamente unos 10.000 pases de acceso al recinto sin garantía de asiento en las gradas.

Hacer cola desde la noche anterior, de acampada en la acera o en el césped de la explanada que se extiende frente a la puerta central del club, además de formar parte del folklore de Wimbledon, es la única forma de intentar seguir el torneo durante una jornada completa. Para saciar el gusanillo de presenciar en directo los partidos, sin dejarse llevar por la obsesión, existe la reventa oficial de entradas a partir de las cinco de la tarde. Aun así resultará casi imposible librarse de hacer cola.

Una ventanilla se abrió recientemente para adquirir pases por cinco años. El éxito financiero del club, que permite renovaciones como la proyectada en la pista central para ampliar su capacidad y dotarla de una cubierta plegable, en unas obras que está previsto que concluyan en 2008, se basa en su peculiar sistema de debentures. Se trata de bonos o acciones del torneo de Wimbledon, que garantizan un asiento en las gradas de la pista central o la número uno por un quinquenio. Funciona además un mercado interno anual de compraventa de dichas debentures.

Este mes se emitió una nueva edición de bonos para la pista central a un coste en torno a los 34.000 euros y efectivas para el periodo entre 2006 y 2010. Cliff Richards es uno de estos accionistas que, con mucha seguridad, renovará su opción por otro lustro. Quizá otros se hayan cansado de ver tenis y tomar las tradicionales fresas con nata rociadas con una copa de champaña.

Trabajadores del torneo de Wimbledon extienden lonas sobre el césped de unas pistas del complejo tenístico.REUTERS

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