Columna

Ilusos

Lusitanos que viven en Madrid están hoy algo ofuscados. Hace años, en un coloquio entre empresarios portugueses y españoles, Franco inició así su soliloquio: "Españoles y lusos...". Como éramos jóvenes, no sabíamos muy bien por dónde iban los tiros. Pero advertimos que toda Lusitania bramaba de risa o de mosqueo. Y España, casi entera, se puso al borde de la carcajada o el cabreo: ¿Somos ilusos los españoles? ¿Y los madrileños? ¿Nos ganan en sagacidad los portugueses? Algunos dicen que sí y otros que no.

Pero lo de hoy es otra cosa: Lisboa contra Madrid, y viceversa. Sáez contra Scolari...

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Lusitanos que viven en Madrid están hoy algo ofuscados. Hace años, en un coloquio entre empresarios portugueses y españoles, Franco inició así su soliloquio: "Españoles y lusos...". Como éramos jóvenes, no sabíamos muy bien por dónde iban los tiros. Pero advertimos que toda Lusitania bramaba de risa o de mosqueo. Y España, casi entera, se puso al borde de la carcajada o el cabreo: ¿Somos ilusos los españoles? ¿Y los madrileños? ¿Nos ganan en sagacidad los portugueses? Algunos dicen que sí y otros que no.

Pero lo de hoy es otra cosa: Lisboa contra Madrid, y viceversa. Sáez contra Scolari agreste y montaraz.

El fado saudoso y la samba temeraria (navajera, en este caso) se coaligan contra el pasodoble, y viceversa. Suspiros de España y Portugal, que vaya usted a saber cómo concluyen. Portugal es algo así como el apéndice nasal de la península Ibérica: ostentosa nariz independiente y soberana, a pesar de todos los pesares, cosa que tiene su mérito. Algunos seguimos preguntándonos cómo se logró tamaño consenso. Pero ésa es otra historia. Sea lo que fuere, Madrid está enamorada de Lisboa, con Saramago de testigo.

Ahora bien, ciudadanos, la cosa de hoy, este singular encuentro balompédico, fratricida y peninsular, debiera ser calibrado en su justo medio. En las actuales circunstancias internacionales, y habida cuenta de las desastrosas coyunturas del mundo, a lo mejor convenía que ganara España el campeonato europeo para bien de todas las naciones, en general, y para colocar a la península Ibérica en un lugar privilegiado dentro del contexto internacional que nos espera y deseamos. Missia, la sucesora de Amalia Rodrigues, nos ampara (Missia se forjó en el madrileño Café del Foro). Estamos también seguros de que Figo, merengón, intercede por nosotros, aunque está entre la espada y la pared. Él es luso, ya saben. Pero, a lo mejor, el mundo está hecho para los ilusos. Vamos a tener que ir a Fátima alguna noche espídica para conversar con María la Portuguesa. Missia, Figo, rueguen por nosotros, ilusos.

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