Crónica:LA CRÓNICA

Pocos cambios y ni esos cuajan

Es un lugar común, pero una verdad como un templo: no hay mejor encuesta que las urnas. Ni mejor reválida. Y en ambos sentidos, el presidente Francisco Camps ha salido de nuevo airoso de las elecciones de la semana pasada que, dicho sea de paso, no le pintaban bien y que le obligaron a echar personalmente el resto. Si a la tercera elección va la vencida hemos de suponer que ahora está definitivamente legitimado y fortalecido para resistir la fiscalización de su oposición interna y emprender lo que él mismo ha descrito como "un nuevo ciclo político". Algo que debería precisar en el supuesto de ...

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Es un lugar común, pero una verdad como un templo: no hay mejor encuesta que las urnas. Ni mejor reválida. Y en ambos sentidos, el presidente Francisco Camps ha salido de nuevo airoso de las elecciones de la semana pasada que, dicho sea de paso, no le pintaban bien y que le obligaron a echar personalmente el resto. Si a la tercera elección va la vencida hemos de suponer que ahora está definitivamente legitimado y fortalecido para resistir la fiscalización de su oposición interna y emprender lo que él mismo ha descrito como "un nuevo ciclo político". Algo que debería precisar en el supuesto de que la novedad no se reduzca a los cambios pronosticados en algunas consejerías y en RTVV. Cambios que, a la postre, sólo significarían que ya tiene poder bastante para gobernar sin las actuales trabas.

Pudiera ocurrir que cuando aparezcan estas líneas ya se conozcan los nuevos titulares de los departamentos marcados por el signo del Zorro, esto es, por zaplanistas a la par que ineficientes. Nos referimos a Industria y Agricultura, y acaso Bienestar Social. Pudiera ser, pues algún día habrá de procederse a su cantada destitución, liberándoles de la espada que pende sobre sus cabezas. Pero presentimos que tal crisis se hará esperar. El muy prudente presidente, a pesar de su reiterada validación en las urnas, ha de tentarse los machos antes de mover ficha y asegurarse que la relación de fuerzas en el seno de su partido le es realmente favorable -lo que hoy por hoy resulta todavía dudoso- y puede afrontar sin sorpresas el congreso de octubre. A Camps, como es sabido, le va bien la táctica de la tortuga: lento y bien protegido. Por otra parte, ahora tiene el pretexto de que no puede remover cargos si se lo dictan desde los periódicos.

Otra cosa habría de ser RTVV. En este aprisco mediático no es previsible que el jefe del Ejecutivo encontrase impedimentos insuperables para, como mínimo, asegurarse un tratamiento igual al de sus adversarios. No deja de ser chocante que el secretario general del PP valenciano goce de más atención que el presidente, como se ha constatado estos días. RTVV, por fortuna para Camps, no es un baluarte infranqueable, ya que su director general, José Vicente Villaescusa, no tiene padrino que le ampare ni perrito que le ladre. Con todo y con ello, su cese sería una victoria pírrica si no conlleva algunas innovaciones más o menos aparentes en la programación y gestión de la tele, lo que resulta imposible sin plan ni voluntad política para poner unas dosis de criterio en el tinglado de Burjassot, sede de TVV.

En realidad, excepción hecha del morbo de los observadores y de quienes se encuentren en expectativa de destino, como pudieran ser los casos de Juan Cotino y Antonio Lis, dos pesos pesados del PP en paro forzoso, a poca gente le interesa qué demonios pueda ser ese "nuevo ciclo político" antes aludido. Quien más quien menos presiente que el discurso del Gobierno va a seguir polarizado en el frustrado trasvase del Ebro, el AVE de nunca acabar y la America's Cup, tres asuntos sonados para demostrar a cada instante cuán perversos son los socialistas que no se vuelcan en este prodigioso País Valenciano y cuán reivindicativo es éste presidente de Consell, capaz de plantar cara al Gobierno central, pero más encogido que un acordeón mudo cuando se trata de sentar sus reales en el propio partido.

Mucho aire tendrá que darse Camps para salvar esta legislatura, de la que ya ha malversado realmente un tercio. Y eso no habría de alarmarnos demasiado si se cumpliesen dos condiciones: una, que esta autonomía fuese la Jauja que los populares predican y no la realidad mucho menos jubilosa que se decanta del informe -nada sorprendente, por otra parte- del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas, publicado estos días. Y dos, que la insolvencia o indolencia política de la derecha gobernante tuviera una alternativa idónea para asumir el relevo y garantizarnos una Administración más realista y menos pirotécnica. Pero, por desgracia, tampoco tenemos todavía esa alternativa. ¡A buena hora iba a prolongarse en el poder esta hornada de manirrotos! Así pues, lo dicho: nada sustancial cambia por ahora.

METIÓ LA PATA

Buena nos la ha hecho Carmen Caffarel al legitimar que el poder político pueda condicionar los contenidos informativos de los medios de comunicación de titularidad pública, tal como es y ha venido siendo. Toda la vida rompiéndonos la cresta contra esta perversión y mira por dónde recibe la bendición de esta profesora, directora general de RTVE, para mayor aflicción. Ya comprendemos que la señora ha sido víctima de un arrebato de sinceridad y ha descrito lo que ve y acaso comparte. Pero, aunque utópico, creemos que es posible una TV pública, democrática y de calidad, ajena a la publicidad y las cuotas de audiencia.

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