Cartas al director

Eslovaquia, la olvidada

Leyendo el número de Babelia coincidente con la inauguración de la Feria del Libro de Madrid (sábado 29 de mayo de 2004), he podido comprobar que, de las naciones que acaban de ingresar en la UE, Eslovaquia vuelve a ser la gran olvidada. En el dossier sobre las literaturas de los nuevos países miembros, la eslovaca es la única que no merece ni un párrafo propio. Sólo se menciona en dos ocasiones: la primera, por evidente confusión con Eslovenia (error ya clásico, pero imperdonable a estas alturas), y la segunda, al citar -cosa que agradezco- mi traducción del poemario ...

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Leyendo el número de Babelia coincidente con la inauguración de la Feria del Libro de Madrid (sábado 29 de mayo de 2004), he podido comprobar que, de las naciones que acaban de ingresar en la UE, Eslovaquia vuelve a ser la gran olvidada. En el dossier sobre las literaturas de los nuevos países miembros, la eslovaca es la única que no merece ni un párrafo propio. Sólo se menciona en dos ocasiones: la primera, por evidente confusión con Eslovenia (error ya clásico, pero imperdonable a estas alturas), y la segunda, al citar -cosa que agradezco- mi traducción del poemario Campanas de Milan Rúfus.

Es cierto que traducciones al español hay pocas, no por falta de autores interesantes ni de traductores competentes, sino por la inexplicable inercia del mundillo editorial español, que, salvo muy honrosas excepciones, prefiere fingir que no existe lo que él mismo desconoce. Mientras autores contemporáneos como Martin M. Simecka o Pavel Vilikovsky son publicados por prestigiosas editoriales de Francia o EE UU, una maldición de silencio parece cernirse aquí sobre las letras de Eslovaquia, un país centroeuropeo y eslavo de cinco millones de habitantes (más que otros de los que Babelia sí informa cumplidamente). Y eso a pesar de que la lengua y la cultura eslovacas no son unas extrañas en nuestro país: se enseñan en la Universidad Complutense de Madrid desde 1981 (dato que, por cierto, su periódico también omitía en una reciente información sobre la enseñanza de los idiomas de los nuevos miembros de la UE), y desde entonces se han formado ya unos cuantos especialistas españoles en la materia.

Ignoro de quién es la culpa de este desconocimiento. Lo que sí me consta es que Eslovaquia no es sólo una cantera de mano de obra barata para las multinacionales del automóvil. Tampoco es sólo el país donde nacieron Andy Warhol o el novelista en lengua húngara Sándor Márai. La cultura eslovaca es tan antigua, digna y respetable como la húngara, la checa, la eslovena o la estonia, y no debería faltar en ninguna información rigurosa sobre la Europa de los 25.

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