Tribuna:CIRCUITO CIENTÍFICO

Productividad y creatividad

Claude Allègre, físico y ex ministro francés de Educación, decía que si nos hubiéramos limitado a profundizar en el estudio de la candela, no habríamos descubierto la electricidad. Puro sentido común. Por definición, la investigación debe ser innovadora y creativa. Debe tender a alejarse de los caminos trillados y explorar los confines del conocimiento, justamente para ampliarlos. Y para mantener esa tendencia, la carrera investigadora individual es un aspecto de gran importancia.

Ocurre, sin embargo, que la carrera investigadora no es cosa fácil. Por ejemplo, la carrera típica de un bi...

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Claude Allègre, físico y ex ministro francés de Educación, decía que si nos hubiéramos limitado a profundizar en el estudio de la candela, no habríamos descubierto la electricidad. Puro sentido común. Por definición, la investigación debe ser innovadora y creativa. Debe tender a alejarse de los caminos trillados y explorar los confines del conocimiento, justamente para ampliarlos. Y para mantener esa tendencia, la carrera investigadora individual es un aspecto de gran importancia.

Ocurre, sin embargo, que la carrera investigadora no es cosa fácil. Por ejemplo, la carrera típica de un biólogo antes de ingresar en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas comprende unos cuatro años de preparación de la tesis doctoral, más unos 13 años de estudios postdoctorales en distintas instituciones, que incluyen entre tres y cinco años de estancia en laboratorios extranjeros. Después hay que superar las oposiciones de ingreso a la institución. En esas oposiciones, un parámetro útil para evaluar a los candidatos es considerar el número de publicaciones realizadas en revistas de gran prestigio internacional. El perfil medio de los candidatos que superan las oposiciones es tener unas 25 publicaciones de ese tipo, un listón que se ha situado así de alto como consecuencia de la competitividad de las pruebas. Otra característica del perfil de los que aprueban es tener una edad media de entre 35 y 40 años. Alcanzar el listón requiere tiempo, además de esfuerzo y talento.

Las presiones selectivas actúan eficazmente, como debe ser, pero el sistema tiene claroscuros. Por ejemplo, así las cosas, un aspirante a investigador profesional puede verse tentado a plantearse estudios de consecución muy previsible (es decir, publicables a corto plazo), frente a otros más creativos cuya consecución (y publicación) es más incierta. Además, esta edad media de ingreso es otro dato preocupante. Albert Einstein decía que las grandes contribuciones científicas se hacen antes de haber alcanzado los 30 años de edad. El psicólogo Satoshi Kanazawa, de la Universidad de Canterbury (Nueva Zelanda) ha venido recientemente a demostrarnos esa afirmación lapidaria con datos empíricos. Estudiando la carrera de 280 científicos, Kanazawa nos muestra que la mayor parte de los descubrimientos relevantes se realizaron cuando el científico en cuestión tenía entre 25 y 30 años.

La selección basada en el número de publicaciones puede llevar a que los aspirantes a investigador dediquen los años más creativos de su vida a construirse un historial de 25 publicaciones en temas de poco riesgo, sacrificando la creatividad en aras de la productividad. Parece un despropósito. Quizá sea mejor cambiar la estrategia y fomentar una carrera que valore más tener menos publicaciones pero de gran impacto científico, que muchas que pasen sin pena ni gloria, aunque estén publicadas en excelentes revistas. Si hay que elegir, es mejor dar entrada a un aspirante de 25 años de edad con una sola publicación que informe del descubrimiento de la electricidad, que a otro de 40 años con 25 publicaciones describiendo, en buenas revistas, las cualidades de la candela.

Xavier Bellés es profesor de Investigación del CSIC en el Instituto de Biología Molecular de Barcelona.

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