Columna

El bodorrio

Decididamente, yo le diría a Jaime Peñafiel -personaje que quizás sea el mejor argumento a favor de la república sin él saberlo- que se pruebe los calzoncillos que usará S.A.R. Don Felipe en la boda real antes de que los vista el propio Príncipe, para así poder dar su opinión en la televisión, uniéndose este importante dato a la avalancha de interesantísima información sobre el evento que nos ameniza los días. La estabilidad de España descansa sobre el despliegue mediático que hace poco menos que imposible escapar a la boda real, pero nadie ha informado sobre la ropa interior que llevará el Pr...

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Decididamente, yo le diría a Jaime Peñafiel -personaje que quizás sea el mejor argumento a favor de la república sin él saberlo- que se pruebe los calzoncillos que usará S.A.R. Don Felipe en la boda real antes de que los vista el propio Príncipe, para así poder dar su opinión en la televisión, uniéndose este importante dato a la avalancha de interesantísima información sobre el evento que nos ameniza los días. La estabilidad de España descansa sobre el despliegue mediático que hace poco menos que imposible escapar a la boda real, pero nadie ha informado sobre la ropa interior que llevará el Príncipe, y mucho menos sobre la que llevará la futura princesa. Este es un frente estratégico que ha sido pasado por alto a la hora de encandilar a la población, femenina y masculina, desde un punto de vista más sexy.

Lo que levanta ampollas, salvando distancias políticas, es el elevado coste de la boda. Muchos se preguntan, por ejemplo, si pueden ser tan caras las flores que adornarán las calles de la capital. No obstante, el gasto desorbitado de la boda es menos comentado en TV que la procedencia de las tacitas en las que tomarán café los invitados, o la tinta con la que están impresas las invitaciones, cuestiones de primer orden. Puede que éstos sean temas de importancia nacional, no voy a negarlo, pero para muchísimos ciudadanos de todas las comunidades la boda no tiene demasiado interés, y no es más que un castigo mediático.

Tomándose la ceremonia con filosofía quienes no comulguen con ella, pueden disfrutar de otras celebraciones como ésta: el mismo día de la boda real, el Ateneo Republicano de Asturias va a homenajear al oso que se cargó al rey Don Favila -hijo de Don Pelayo- durante una cacería. Esto no es necesariamente una apología del terrorismo, sino genuina democracia. Se entiende que para muchos sea preferible un humorismo balsámico antes que sucumbir bajo el maremoto rosa de un enlace que más que histórico parece histérico. ¿Por qué no acudir a Asturias? Todos están invitados. Los monárquicos que quieran probar pueden ir disfrazados de oso: serán reyes por un día.

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