Crítica:CLÁSICA

Relojes suizos

El día de San Isidro se despedía el ciclo suizo que con tan buenos resultados generales ha incluido Música de Hoy en su programación de este año. Y lo hacía con dos nombres de moda en la creación helvética: Hanspeter Kyburz (1960) y Beat Furrer (1954). A su lado, el ya bien conocido Heinz Holliger (1939). En los tres, a pesar de las diferencias de edad, se da esa adscripción a la vanguardia más clásica que les llega, a los dos más jóvenes, por las vías de sus aprendizajes con, respectivamente, Hans Zender y Roman Haubenstock-Ramati.

La música del director de la velada, Beat Furrer, es a...

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El día de San Isidro se despedía el ciclo suizo que con tan buenos resultados generales ha incluido Música de Hoy en su programación de este año. Y lo hacía con dos nombres de moda en la creación helvética: Hanspeter Kyburz (1960) y Beat Furrer (1954). A su lado, el ya bien conocido Heinz Holliger (1939). En los tres, a pesar de las diferencias de edad, se da esa adscripción a la vanguardia más clásica que les llega, a los dos más jóvenes, por las vías de sus aprendizajes con, respectivamente, Hans Zender y Roman Haubenstock-Ramati.

La música del director de la velada, Beat Furrer, es algo así como exquisita. Extremadamente bien cuidada, se sirve de las mil sutilezas que caben en un reducido conjunto instrumental, con uso especialmente inteligente de la percusión. Lo que ocurre es que a la sorpresa que causó A un moment de terre perdu, que es de 1990, le sucedió la sensación de repetición de lo escuchado en Still, más autocontemplativa. A un autor de su talento se le deben pedir dos cosas: voz propia, que la tiene, y una capacidad de evolución que esta vez no quedó demostrada. Más fácil lo tuvo la pieza de Hanspeter Kyburz, Cells, estupendamente escrita y en la que Markus Weiss fue solista de primerísima calidad.

Música de Hoy

Ensemble Contrechamps. Director: Beat Furrer. Markus Weiss, saxofones. Geneviève Strosser, viola. Obras de Kyburz, Holliger y Furrer. Auditorio Nacional. Madrid, 15 de mayo.

El resumen de esta presencia suiza es ciertamente positivo en lo que tiene de acercamiento de los madrileños a una música que hoy cuenta, y mucho. En su debe, un cierto engolfamiento en la vanguardia histórica, una tendencia a lo que, con no demasiada buena intención, alguien llamaría conservadurismo moderno. Como si les atrasara un poco el reloj por muy suizo que sea.

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