Columna

Europa

Ahora o nunca. Si Estados Unidos continúa como emperador del mundo, sus repetidas ignominias han corroído ya su legitimación moral. De tierra prometida y país difusor de la democracia ha pasado a ser el domicilio de manipulaciones electorales y patrañas contables, de montajes informativos, censuras anacrónicas y de leyes de excepción. El modelo norteamericano que sedujo a través de su cultura pop durante todo el siglo XX ha sufrido un deterioro en estos años del siglo XXI que podría corresponderse con el auge de una Europa de 25 Estados y 455 millones de ciudadanos. Esto, más el grado h...

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Ahora o nunca. Si Estados Unidos continúa como emperador del mundo, sus repetidas ignominias han corroído ya su legitimación moral. De tierra prometida y país difusor de la democracia ha pasado a ser el domicilio de manipulaciones electorales y patrañas contables, de montajes informativos, censuras anacrónicas y de leyes de excepción. El modelo norteamericano que sedujo a través de su cultura pop durante todo el siglo XX ha sufrido un deterioro en estos años del siglo XXI que podría corresponderse con el auge de una Europa de 25 Estados y 455 millones de ciudadanos. Esto, más el grado humano incomparable de su organización social que todavía mantiene el amparo de la sanidad o la educación, que otorga importancia a la cultura y se resiste al cine con palomitas y los hipercentros comerciales sin ciudad.

Esta Europa agrandada puede descartar el complejo de "vieja" porque la feria retro de nuestro tiempo aumenta la vigencia de un proyecto mejor. Desde las fiestas a las tiendas, desde el olor del vecindario al honor de las letras, lo europeo constituye algo más que una manera ritual e improductiva de ser. Se trata, al cabo, de un horizonte personal que para sí quieren los directores artísticos de Ralph Lauren, la cadena Starbucks y hasta los nuevos negros del rap. ¿El coñac? Esto parecía vetusto junto al whisky, caracterizado por la acción. Pero el coñac aparece ahora con sus nombres franceses en más de medio centenar de temas raperos norteamericanos. El whisky alude al fiero desafío del western mientras el coñac se une a la lentitud y el puro. El mundo americanizado fue el destino hasta hace unos días, pero ahora, con China e India agigantándose, el paisaje no es tan llano ni favorable a las simplezas.

Sería más bien Europa, instruida en el enredo de las fronteras, el conflicto de las identidades y el fragor de las lenguas, quien mejor trataría con la activa realidad de esta Tierra. Lejos de ser pues la densidad cultural un burdo lastre, se revela como el extracto de máximo valor para aumentar el tono, la calidad global y el provecho digestivo del planeta.

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