Editorial:

Objetivo, el petróleo

Arabia Saudí ha pasado en poco tiempo desde una confortable oscuridad informativa a ser uno de los vértices del terrorismo islamista, un fenómeno en expansión con cada vez menos excepciones en el mundo árabe y que recientemente apunta hacia algunas de las ciudades de Oriente Próximo, desde Ammán a Damasco, que se consideraban a salvo del azote. El reino feudal de los Saud, que por su condición fundamentalista se consideraba lejos del punto de mira de la dinamita, conoce desde el año pasado una escalada del terror que sólo en Riad ha provocado más de medio centenar de muertos. El último episodi...

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Arabia Saudí ha pasado en poco tiempo desde una confortable oscuridad informativa a ser uno de los vértices del terrorismo islamista, un fenómeno en expansión con cada vez menos excepciones en el mundo árabe y que recientemente apunta hacia algunas de las ciudades de Oriente Próximo, desde Ammán a Damasco, que se consideraban a salvo del azote. El reino feudal de los Saud, que por su condición fundamentalista se consideraba lejos del punto de mira de la dinamita, conoce desde el año pasado una escalada del terror que sólo en Riad ha provocado más de medio centenar de muertos. El último episodio es el asesinato, este sábado, en la ciudad de Yanbun, en el mar Rojo, de cinco empleados occidentales de una firma petrolífera suiza.

Hasta tal punto la cuna de Osama Bin Laden ha pasado a ser blanco declarado de los propósitos de desestabilización del integrismo armado de Al Qaeda que EE UU ha aconsejado recientemente a sus 35.000 nacionales que abandonen inmediatamente el país. Y no cabe argumentar ya que la sucesión de atentados busca exclusivamente castigar a los infieles occidentales invasores de la tierra sagrada. A finales de abril, un ataque suicida mató a cinco personas y redujo a escombros un edificio de seis plantas usado por la policía en una fortificada zona de la capital que alberga otros varios centros oficiales.

Más allá de su insania intrínseca, los asesinatos de Yanbun son los primeros destinados a aterrorizar a los técnicos e interrumpir el suministro de la industria petrolera más poderosa del mundo. Similar estrategia acaba de ser ensayada en Basora, en el sur de Irak, donde fanáticos suicidas lanzaron sus lanchas-bomba hace poco más de una semana contra una terminal exportadora. El hecho de que el golfo Pérsico produzca la mitad del crudo que consume el planeta explica la inquietud creciente de los Gobiernos de la región ante el nuevo frente. En la coyuntura actual, con precios en ascenso y alta tensión política, un ataque contra una gran instalación podría tener consecuencias económicas de alcance global.

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