OPINIÓN DEL LECTOR

Vivir el sufrimiento con dignidad

Desde la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA) de Sevilla, el grupo de Fotógrafos por los Derechos Humanos hemos visitado los asentamientos de inmigrantes en la provincia de Huelva. La situación en la que viven estas personas es de verdadero dolor e impotencia, pero ellos, que están curtidos en tanto sufrimiento, lo llevan con una dignidad absoluta.

El primer asentamiento que visitamos contaba con 400 hombres, de edades comprendidas entre los 19 y los 25 años, y de talante educado pero distante, todos ellos africanos. Viven a merced de las condiciones climatológicas sin m...

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Desde la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA) de Sevilla, el grupo de Fotógrafos por los Derechos Humanos hemos visitado los asentamientos de inmigrantes en la provincia de Huelva. La situación en la que viven estas personas es de verdadero dolor e impotencia, pero ellos, que están curtidos en tanto sufrimiento, lo llevan con una dignidad absoluta.

El primer asentamiento que visitamos contaba con 400 hombres, de edades comprendidas entre los 19 y los 25 años, y de talante educado pero distante, todos ellos africanos. Viven a merced de las condiciones climatológicas sin más abrigo que unos plásticos sujetos con palos por donde entra el agua y el frío. La Cruz Roja y Cáritas, que acostumbraban a dotarles de algún tipo de alimento de forma periódica, han dejado de abastecerlos por falta de recursos. Mientras, ellos sólo piden un puesto de trabajo.

Saben que, cuando el sol aprieta, la fresa madura de golpe y muchos patronos necesitan mano de obra extra, por lo que persisten en su espera. Lo que desconocen es que la mayoría de las veces la falta de mano de obra es cubierta con horas extra del personal ya contratado, sobre todo mujeres polacas, que se ven privadas de sus correspondientes jornadas de descanso por cubrir esta demanda extraordinaria.

El segundo asentamiento que visitamos estaba compuesto por inmigrantes mauritanos, unos 100 hombres, en su mayoría con papeles. Este colectivo resultó ser más comunicativo y reivindicativo que el primero, y pronto nos hicieron partícipes de sus denuncias. No quieren recibir ayudas de ninguna asociación caritativa, no quieren limosnas, tan sólo un trabajo. Por el momento se arreglan con los ahorros que cada uno aporta al fondo común, y así van tirando.

Sabemos que el problema de la inmigración no es tarea fácil de resolver, pero también sabemos que, cuando estas personas vienen de sus países de origen, dejando a sus seres queridos, es porque el hambre no entiende de esperas ni fronteras.

Cuando nos despedimos de ellos su saludo fue una sonrisa y un hasta pronto.

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