Crítica:MADRID EN DANZA

Sin piedad

El coreógrafo canadiense Jean-Pierre Perreault murió en 2002. Su trabajo estaba entonces llegando a un cierto reconocimiento internacional y esta pieza que ahora la fundación que lleva su nombre trae a Madrid se puede considerar póstuma, pues fue terminada por Martin Faucher, y es probable que ése sea uno de los factores por los que no funciona ante el espectador. Turandot, de Puccini, y la Octava de Schubert, entre otros muchos ejemplos, han tenido el destino de lo glorioso e inacabado. Pero la danza es otra cosa y acaso el terminado es su única razón de trascender como tal, aun...

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El coreógrafo canadiense Jean-Pierre Perreault murió en 2002. Su trabajo estaba entonces llegando a un cierto reconocimiento internacional y esta pieza que ahora la fundación que lleva su nombre trae a Madrid se puede considerar póstuma, pues fue terminada por Martin Faucher, y es probable que ése sea uno de los factores por los que no funciona ante el espectador. Turandot, de Puccini, y la Octava de Schubert, entre otros muchos ejemplos, han tenido el destino de lo glorioso e inacabado. Pero la danza es otra cosa y acaso el terminado es su única razón de trascender como tal, aunque hoy aceptemos y registremos el accidente, la improvisación o el juego de espejos como elementos escénicos públicos.

Fundación Jean-Pierre Perreault

Les petites sociétés. Coreografía Jean-Pierre Perreault; música: Bertrand Cheniére y Michel Gonneville; vestuario: Denis Lavoie; voz: Yolanda Parent. Madrid en Danza. Teatro Albéniz. 15 de abril.

Con una música que se acerca peligrosamente hasta el pantanoso terreno de la imitación, dentro de una atmósfera deliberadamente fría, el resultado es francamente cruel con el público (mucha gente abandonó la sala en un goteo incesante de hastío). Las notas escritas del desaparecido coreógrafo hablan de su pretensión de antologar dúos propios, pero estos bailes de pareja carecen de interés coréutico, no hay discurso ni un hilo que engarce los fragmentos en beneficio del receptor y de la obra misma. Por otra parte, los intérpretes resultan despersonalizados y poco comunicativos: apenas un tercio de la platea estaba ocupada y la decepción era palpable. Y es que al analizar a la luz del estudio científico el legado de Perreault no todo sea materia escénica perdurable, y su interés esté más circunscrito a la investigación, al estudio y la parte más pasiva del hecho coreográfico que es su memoria documental.

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