Columna

El dúo

La casualidad hizo que el mismo día que el Tribunal Supremo confirmaba la condena de cuatro años de cárcel para Luis Fernando Cartagena, Eduardo Zaplana se diera un homenaje, aunque ya con muchas y significativas ausencias, en la misma Orihuela donde tuviera lugar el conmovedor asunto del cepillo de las monjitas. También el ex consejero de Obras Públicas y el ex presidente de la Generalitat fueron de la mano mientras el PP valenciano alcanzaba la velocidad de crucero a principios de los años noventa, estableciendo paralelismos, interacciones e intercambios de flujos. Incluso el tortuoso imagin...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La casualidad hizo que el mismo día que el Tribunal Supremo confirmaba la condena de cuatro años de cárcel para Luis Fernando Cartagena, Eduardo Zaplana se diera un homenaje, aunque ya con muchas y significativas ausencias, en la misma Orihuela donde tuviera lugar el conmovedor asunto del cepillo de las monjitas. También el ex consejero de Obras Públicas y el ex presidente de la Generalitat fueron de la mano mientras el PP valenciano alcanzaba la velocidad de crucero a principios de los años noventa, estableciendo paralelismos, interacciones e intercambios de flujos. Incluso el tortuoso imaginario épico-orgánico del PP refiere que un día, en un pasillo, decidieron a dúo y en un minuto cuál de los dos pilotaría la nave del partido hacia el estrellado mientras el otro se consagraba a la provisión de fondos. Vistos por el retrovisor se parecen tanto como las dos caras de una misma moneda, y sin embargo entre ambos había una profunda diferencia que no sería perceptible hasta unos años después: sólo Cartagena sería capaz de morir por el partido, como demostró su dimisión forzada en 1998 por su imputación en el caso de las primas únicas del Banco de Santander y, luego, cada fallo judicial por los delitos de malversación y falsificación en el donativo de 49.081 euros de las monjas del Hospital Municipal San Juan de Dios. Por el contrario, Zaplana no sólo no se prestaría a morir por el partido sino que sería capaz de acabar con él con tal de salvarse, como se está viendo en el día a día. Ésa es la diferencia entre los mártires y los héroes. Ahora, mientras uno trata de evitar la mazmorra por todos los medios a su alcance, que ya son escasos, el otro, por mantener un poder que ya no le corresponde, es capaz de convertir el Grupo Popular de la Cortes Valencianas en la más feroz oposición del Consell que preside su heredero Francisco Camps. Cualquier cosa, incluso perder las elecciones autonómicas por el descrédito de su gobierno, con tal de mantener la hegemonía en la correlación de fuerzas que elegirá al próximo presidente regional del partido. Hoy Cartagena y Zaplana ya sólo tienen en común que ambos representan un modelo inservible para el PP que trata de reponerse al 14-M.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En