FÚTBOL | 30ª jornada de Liga

El paseíllo de Laporta

Laporta prometió en la campaña electoral que dedicaría los mejores años de su vida al Barcelona, y a día de hoy el presidente se desvive por su club. Aun cuando procura estar al tanto de lo que ocurre en su despacho de abogados, tiene al Barça metido en la cabeza. Laporta para normalmente por el Camp Nou y asisite a cuantos actos precisan de la presencia del mandatario del Barcelona. Su jornada laboral discurre en el estadio y no en las oficinas profesionales del presidente como ocurría en otros tiempos.

De la mano de Laporta, el club ha recuperado su sitio en los actos que organiza la ...

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Laporta prometió en la campaña electoral que dedicaría los mejores años de su vida al Barcelona, y a día de hoy el presidente se desvive por su club. Aun cuando procura estar al tanto de lo que ocurre en su despacho de abogados, tiene al Barça metido en la cabeza. Laporta para normalmente por el Camp Nou y asisite a cuantos actos precisan de la presencia del mandatario del Barcelona. Su jornada laboral discurre en el estadio y no en las oficinas profesionales del presidente como ocurría en otros tiempos.

De la mano de Laporta, el club ha recuperado su sitio en los actos que organiza la sociedad civil catalana y también en las actividades de los distintos estamentos de la entidad. A causa de su carácter intervencionista, cometió ciertos errores en los inicios de su mandato, como el de alejarse del discurso institucional para ejercer de comentarista técnico o de observador. Especialmente comentada fue, en este sentido, su aparición en el campo de entrenamiento por Navidad cuando los resultados eran adversos y desde la propia junta se apuntaba a los jugadores.

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Laporta se corrigió con el tiempo y ha sabido estar en cualquier sitio hasta ayer en Sevilla. Al presidente le dio por ejercer de delegado y se paseó por el campo con los árbitros para constatar que no había ley que mandara jugar el partido. Aunque le animaba su deseo de ayudar al equipo y entendiera que su presencia era decisiva, Laporta perjudicó sin querer al club. La actitud del presidente sirvió para alimentar los programas deportivos y dar cháchara en los corrillos del estadio, donde se le dijo de todo menos guapo, por entender que estaba presionado al colegiado para que no se disputara el encuentro bajo ningún concepto porque era lo que más le convenía al Barça.

El paseíllo por el Villamarín le sitúa en los bajos fondos del fútbol cuando su mandato se distingue por lo contrario. A Laporta le tocaba estar en el palco y dejar que los administrativos del club abonaran el sentido común, que exigía la suspensión del partido sin más. Lo contrario significa avalar actitudes como la que tuvo Valdano de acudir al vestuario del árbitro en el partido contra el Sevilla. Y no es eso.

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