Entrevista:A. PARENTE / S. ARGULO | Médicos residentes | MATANZA EN MADRID | Rescate y servicios sanitarios

"Escribíamos con rotulador sobre los heridos"

"Ni un solo uniforme limpio. Sangre por todos lados. Todo el mundo arramplaba con todo. Se acababan las agujas. El material no se podía reponer tan deprisa y yo acababa suturando como podía". Así describe Alberto Parente, de 25 años y médico interno residente del hospital Gregorio Marañón, una imagen que le ha quedado grabada de la mañana del 11-M. Cuando se conocieron los atentados, en este hospital que llevó el mayor peso en la atención a los heridos, sólo oyó una orden: "Todas las altas que podáis, y todos a urgencias". Se vaciaron las plantas de cirugía y traumatología: la prioridad era te...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

"Ni un solo uniforme limpio. Sangre por todos lados. Todo el mundo arramplaba con todo. Se acababan las agujas. El material no se podía reponer tan deprisa y yo acababa suturando como podía". Así describe Alberto Parente, de 25 años y médico interno residente del hospital Gregorio Marañón, una imagen que le ha quedado grabada de la mañana del 11-M. Cuando se conocieron los atentados, en este hospital que llevó el mayor peso en la atención a los heridos, sólo oyó una orden: "Todas las altas que podáis, y todos a urgencias". Se vaciaron las plantas de cirugía y traumatología: la prioridad era tener camas libres para atender a las víctimas.

El personal carecía de tiempo para rellenar las fichas médicas y debió escribir con rotulador sobre el cuerpo de los heridos los tratamientos aplicados. Ni siquiera tenían tiempo de suturar: "Sólo comprimíamos las heridas para cortar las hemorragias y enviábamos a los heridos a otro servicio, porque lo importante era vaciar las urgencias para atender a otros que llegaban", detalla Parente.

Más información

Él y Salvador Argulo, otro médico residente (MIR), de 27 años, están sorprendidos de que la coordinación funcionara tan bien. "Apareció gente de todos los lados. Los especialistas anestesiaban delante de los quirófanos para poder meter a un herido según salía el anterior, sin perder tiempo. Hacían ecografías en los pasillos. Los de rayos escribían con un rotulador encima de las radiografías para ganar tiempo. Al final, la situación se salvó sin ningún fallo relevante", recuerda Alberto Parente.

175 heridos en una hora

Cuando se recibió en el hospital la llamada de urgencia, Argulo llevaba 24 horas trabajando en el Gregorio Marañón: "Nos avisaron de que había un herido grave y que teníamos que atenderlo en el cuarto de shock. No sabíamos qué había pasado. Nos encontramos con un paciente con quemaduras y metralla por todas partes. Segundos después llegó otro y en menos de tres minutos nos juntamos con tres", relata.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

En una hora, las urgencias del hospital atendieron a 175 heridos, entre ellos los más graves de Atocha. Parente recuerda aquellos momentos: "No piensas. Ves una imagen dantesca con gente corriendo por todas partes, camas por los pasillos. Te quedas acojonado pero ¡hay que hacer algo! Yo cogía a un herido y me encargaba de él. Intentaba ocuparme de los más fáciles y que los difíciles los atendieran los especialistas, pero todos éramos necesarios". La prioridad era salvar vidas. "Cuando veíamos que respiraban, les sacábamos

[del cuarto de shock] para que entraran los que estaban en la puerta. Los heridos no paraban de llegar y estaban todos muy graves", relata Argulo.

A Parente, que cursa especialidad aún le queda una pena: "Me pregunto si habría podido hacer algo más".

Archivado En