Editorial:

Arde Kosovo

Con ser grave la cifra de víctimas del súbito estallido de violencia étnica en Kosovo, es más alarmante la escalada de los enfrentamientos y la rapidez de su propagación. Los disturbios afectan a una decena de localidades del territorio serbio de mayoría albanesa, la OTAN ha despachado tropas desde Bosnia, Londres anuncia el envío de casi mil soldados y es extrema la tensión en la contigua Serbia, de la que Kosovo es todavía técnicamente una provincia y cuyas fronteras internas permanecen selladas.

Los acontecimientos de Kosovo, los más graves desde que los bombarderos de la OTAN pusier...

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Con ser grave la cifra de víctimas del súbito estallido de violencia étnica en Kosovo, es más alarmante la escalada de los enfrentamientos y la rapidez de su propagación. Los disturbios afectan a una decena de localidades del territorio serbio de mayoría albanesa, la OTAN ha despachado tropas desde Bosnia, Londres anuncia el envío de casi mil soldados y es extrema la tensión en la contigua Serbia, de la que Kosovo es todavía técnicamente una provincia y cuyas fronteras internas permanecen selladas.

Los acontecimientos de Kosovo, los más graves desde que los bombarderos de la OTAN pusieran fin a las matanzas allí perpetradas por Slobodan Milosevic, ahora en el banquillo de La Haya, muestran hasta qué punto es ficticia la aparente pacificación de 1999. Ha bastado que tres muchachos albaneses se ahogaran en un río y la versión de que perecieron a manos serbias para incendiar la zona y obligar a las fuerzas de la OTAN sobre el terreno a emplearse con procedimientos casi de combate para frenar a las turbamultas que asedian localidades serbias. El flamante Gobierno serbio de Vojislav Kostunica acusa a la ONU y la OTAN de no proteger suficientemente a los 100.000 serbios que quedan en Kosovo frente a dos millones de albaneses. Pero, para cerrar el círculo de los despropósitos, el nacionalista moderado Kostunica, que reclama desde Belgrado mano dura, está apoyado en el Parlamento por el partido del genocida Milosevic. Y su Gabinete evita cooperar con el Tribunal de La Haya para capturar a los célebres verdugos Radovan Karadzic y Ratko Mladic.

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Kosovo ha hecho progresos con su propio Parlamento y Gobierno elegidos. Y hace unos meses Europa celebraba que una delegación segundona de serbios y albaneses se reuniera por primera vez en Viena para avanzar en algunos temas de su convivencia. Pero los acontecimientos de las últimas horas demuestran lo ilusorio de creer que las dificultades del territorio podrán resolverse sin abordar de una vez la cuestión crucial de su estatuto político, algo que corresponde al Consejo de Seguridad y que EE UU y la UE mantienen deliberadamente en el congelador.

Es un hecho que los albaneses de Kosovo, en la práctica un protectorado de la ONU, piensan unánimemente en términos de independencia y jamás aceptarán volver a depender de Belgrado, aunque fuera indirectamente. Los gobernantes serbios admiten extraoficialmente esta pérdida irreversible, que los hechos ratifican. En este escenario se hace urgente que los aliados vuelvan a preocuparse de Kosovo y preparen sin ambigüedades, con calendario y procedimientos, el futuro de un territorio explosivo que debe hacerse cargo de su propio destino. Es hora de aprender la lección histórica de que en esta parte de Europa los malentendidos se pagan con torrentes de sangre.

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