Tribuna:MATANZA EN MADRID

España, Al Qaeda y el terrorismo global

"Al Qaeda ha utilizado el territorio español como una de sus principales bases europeas. Es probable que sus ciudadanos y gobernantes se conviertan en blanco del terrorismo global". Con esta frase concluía, en mi libro Terrorismo global, publicado el pasado mes de abril, un análisis sobre las actividades que esa trama de fundamentalistas islámicos estaba desarrollando en España. Cuando hace unos días, desde Miami, recibí noticias urgentes sobre la matanza del 11 de marzo tuve pocas dudas de que lo ocurrido se entendía mejor tomando en consideración esos antecedentes, la anatomía propia ...

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"Al Qaeda ha utilizado el territorio español como una de sus principales bases europeas. Es probable que sus ciudadanos y gobernantes se conviertan en blanco del terrorismo global". Con esta frase concluía, en mi libro Terrorismo global, publicado el pasado mes de abril, un análisis sobre las actividades que esa trama de fundamentalistas islámicos estaba desarrollando en España. Cuando hace unos días, desde Miami, recibí noticias urgentes sobre la matanza del 11 de marzo tuve pocas dudas de que lo ocurrido se entendía mejor tomando en consideración esos antecedentes, la anatomía propia de los atentados perpetrados durante más de una década por musulmanes fanatizados y la evolución reciente del terrorismo internacional. De hecho, hace tiempo que sus instigadores buscaban llevar a cabo una acción espectacular y altamente letal, como corresponde a su atroz estilo, carente de inhibiciones morales para el homicidio masivo, en alguna ciudad de la Unión Europea. Madrid es la primera donde lo han conseguido, tras intentarlo previamente en otras, incluso con anterioridad al 11 de septiembre.

Una exitosa intervención policial desarrollada al unísono en Francfort y Milán impidió, por ejemplo, que a finales de 2000 se cometieran varios atentados simultáneos, con bombas de gran potencia, contra el edificio del Parlamento Europeo, la catedral y el concurrido mercado navideño de Estrasburgo. Entonces fueron detenidos y procesados varios militantes de Al Qaeda de origen iraquí, argelino y francés, detectándose asimismo otra partida de correligionarios residentes en Londres, también desmantelada.

Curiosamente, el responsable del grupúsculo asentado en Alemania huyó a España buscando refugio y cobertura logística, como han hecho después otros yihadistas fugados de la justicia por actos de terrorismo en países árabes o regresados de campos de entrenamiento en zonas predominantemente musulmanas, pero finalmente se le detuvo y fue al poco extraditado. Cabe también recordar que cinco de los terroristas que se autoinmolaron el 11-S viajaron por España semanas antes. Y es que estos episodios sirven para ilustrar la progresiva penetración de Al Qaeda en nuestro país. En buena medida debido a su situación geográfica, así como al fenómeno de la inmigración y la mayor porosidad de las fronteras españolas, las redes el actual terrorismo global se han ido diseminando desde mediados los años noventa a lo largo de la costa mediterránea, el valle del Ebro y algunas provincias andaluzas del interior, además de Madrid. Se trata de células no tan difíciles de seguir como sobre todo de incriminar con suficiente evidencia y a las que se supone bien conectadas con otras establecidas en Alemania o Italia. Pero en los dos últimos años la policía española ha detenido a un significativo número de argelinos, paquistaníes y sirios, entre otros, luego procesados por presuntos delitos relacionados con el reclutamiento de jóvenes árabes y la provisión encubierta de fondos para Al Qaeda. A veces, utilizando como tapadera empresas dedicadas a la promoción y construcción de viviendas.

Al Qaeda es un entramado terrorista complejo y flexible, único por su alcance transnacional y composición multiétnica, que conjuga nuevas tecnologías con fundamentalismo religioso. Aspira a unificar políticamente la comunidad de los creyentes en el islam y, al mismo tiempo, destruir o sojuzgar la civilización occidental.

Dispone de unos cuatro mil miembros propios, en su mayoría suníes y procedentes de países árabes. Está extendido desde los archipiélagos del sureste asiático hasta las metrópolis norteamericanas, desde la zona trifronteriza del Cono Sur latinoamericano hasta los confines transcaucásicos, pasando por las riberas mediterráneas. Con células en no menos de cuarenta países, tanto en sociedades donde la población musulmana abunda o es mayoritaria como entre comunidades islámicas de inmigrantes. En este ámbito atrae por cierto a jóvenes alienados, nacidos en el mundo occidental desarrollado, pero descendientes de inmigrantes árabes o musulmanes, que se han disociado de su diáspora local originaria para convertirse a una concepción universalista y radicalizada del credo islámico. Al Qaeda mantiene estrechos ligámenes con numerosos grupos armados adheridos a su mismo credo, a muchos de los cuales ha conseguido absorber.

Tras haberse mantenido gracias a la fortuna personal de su emprendedor, Osama Bin Laden, o el dinero recibido de Arabia Saudí, la actual red del terrorismo global ha diversificado el flujo de sus fondos y las inversiones que realiza. Es muy posible que siga dependiendo en una medida nada desdeñable del sistema ancestral de la hawala o del robo y falsificación de tarjetas de crédito, pero a nadie extrañaría que tenga cuantiosos depósitos en paraísos fiscales de las sociedades occidentales. Debe tenerse en cuenta, con todo, que la rutina propia de dicha organización se vio alterada una vez desbaratado el santuario de Afganistán, por lo que las relaciones entre los dirigentes y las células dispersas se han debilitado, de manera que estas últimas operan con más autonomía y, como en los casos de Bali, Casablanca o Estambul, contra blancos especialmente vulnerables y muy concurridos por civiles desprotegidos.

Pero, ¿desde cuándo está España en el punto de mira de Al Qaeda o de alguno de sus grupos asociados? Es cierto que la primera amenaza directa se produjo a mediados de octubre del pasado año, cuando Osama Bin Laden, a través de una grabación emitida por la cadena de televisión Al Yazira, advertía de represalias contra todos los países implicados en la invasión de Irak, mencionando explícitamente a España. Pero no es menos cierto que el máximo dirigente de la actual red del terrorismo global había dejado claro, al menos desde 1996, la extensión en la práctica, al conjunto del mundo occidental, de los objetivos y blancos potenciales de una violencia inspirada en el fundamentalismo islámico y entendida como una obligación religiosa individual para todo musulmán. De hecho, en 1998 auspició la creación del denominado Frente Mundial para la Guerra Santa Contra Judíos y Cruzados. Por tanto, aludiendo a la ocupación de Irak, pero nunca al derrocamiento de Sadam Husein, Osama Bin Laden se sirve de un pretexto más para galvanizar a sus seguidores de todo el mundo árabe e islámico a favor de lo que literalmente considera una guerra santa contra judíos y cruzados, mientras aprovecha el caos imperante en aquel país para diseminar sus redes terroristas.

Es evidente, sin embargo, que un año después de la intervención militar en Irak y a seis meses de conmemorarse el tercer aniversario del 11 de septiembre, la realidad del terrorismo internacional perpetrado por fundamentalistas islámicos, adscritos o cercanos a Al Qaeda, desdice rotundamente a quienes apoyan el modo en que las actuales autoridades estadounidenses y sus más cercanos aliados, hasta ahora el Gobierno español entre ellos, afirman estar conteniendo tan sanguinario fenómeno.

Fernando Reinares es catedrático de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos. Taurus ha publicado recientemente su libro Terrorismo global.

Imagen de la mezquita situada junto a la M-30.CRISTÓBAL MANUEL

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