Reportaje:MATANZA EN MADRID | Estación del Pozo del Tío Raimundo

"Si hubiera salido cinco minutos antes, estaría muerto"

Un trabajador se salvó por quedarse a dormir un poco más

Miguel Ángel Fernández, de 23 años, decidió ayer quedarse unos minutos más en la cama. Estaba cansado y eso le salvó la vida. Vive en la avenida de Palomeras, muy cerca de la estación de cercanías del Pozo del Tío Raimundo, en Vallecas. Allí toma el tren a diario, entre las 7.30 y las 7.40, para ir a su trabajo, en Tres Cantos. Ayer, mientras caminaba hacia la estación, a las 7.39, escuchó la tremenda explosión que convirtió el barrio en un infierno.

"Si hubiera salido cinco minutos antes, ahora estaría muerto", repetía Miguel Ángel Fernández a su hermano José Luis, de 30 años. Después,...

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Miguel Ángel Fernández, de 23 años, decidió ayer quedarse unos minutos más en la cama. Estaba cansado y eso le salvó la vida. Vive en la avenida de Palomeras, muy cerca de la estación de cercanías del Pozo del Tío Raimundo, en Vallecas. Allí toma el tren a diario, entre las 7.30 y las 7.40, para ir a su trabajo, en Tres Cantos. Ayer, mientras caminaba hacia la estación, a las 7.39, escuchó la tremenda explosión que convirtió el barrio en un infierno.

"Si hubiera salido cinco minutos antes, ahora estaría muerto", repetía Miguel Ángel Fernández a su hermano José Luis, de 30 años. Después, una violenta crisis de ansiedad le obligó a dirigirse a un hospital, donde permanecía horas después acompañado de sus padres. "Miguel Ángel es hipertenso. Por eso estoy muy preocupado por él", comentaba su hermano cerca de la estación. "Me he podido quedar sin hermano", añadía, sin apenas poder contener las lágrimas ni las arcadas, porque se encontraba junto a un gran charco de sangre. Cerca, parte de un cadáver yacía en un paseo peatonal, el del Padre Llanos, pegado al apeadero del Pozo del Tío Raimundo.

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"Gracias a Dios que no le ha tocado a él", repetía José Luis, pero enseguida pensaba en el resto de las víctimas: "Ha sido una salvajada y, además, siempre nos tiene que venir a pasar en este barrio. Lo intentaron en Chamartín, cogieron a los de Cuenca y, al final, otra vez en Vallecas", añadió sin disimular su indignación.

Los dos hermanos mantienen muy buena relación. "Estamos siempre juntos, nos lo contamos todo... Mis padres son altos, pero él y yo somos bajitos". Ninguno de los dos mide más de metro y medio. De hecho, José Luis es una de las personas que interpretaban una parodia que se ha suspendido por protestas en el programa de televisión Un, dos, tres..., a leer esta vez.

Con ternura, y sin encontrar las palabras adecuadas, traicionado por el nerviosismo, explicaba en qué consiste el trabajo de su hermano: "Empaqueta la correspondencia en las oficinas de un centro comercial, allí, en Tres Cantos. Coge el tren en el Pozo y hace trasbordo en Atocha. Gracias a Dios no le pasó nada", repetía una y otra vez.

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