Los iraníes de las ciudades amenazan con no acudir a las urnas

Los conservadores confían en alcanzar el control del Parlamento gracias al voto rural

La indiferencia más absoluta reina en las calles de Teherán a sólo cuatro días de las elecciones generales. Los más de 12 millones de habitantes de la capital iraní, como la mayoría de la población de las grandes urbes del país, han dado la espalda a la campaña electoral y prosiguen su rutina sin molestarse siquiera en escuchar lo que los noticieros cuentan de los partidos en liza, ni de aquellos que han decidido boicotear los comicios porque "no son libres". Mucho menos prestan atención a los llamamientos del ala dura del régimen a que "acudan a votar para vencer a los enemigos de Irán".
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La indiferencia más absoluta reina en las calles de Teherán a sólo cuatro días de las elecciones generales. Los más de 12 millones de habitantes de la capital iraní, como la mayoría de la población de las grandes urbes del país, han dado la espalda a la campaña electoral y prosiguen su rutina sin molestarse siquiera en escuchar lo que los noticieros cuentan de los partidos en liza, ni de aquellos que han decidido boicotear los comicios porque "no son libres". Mucho menos prestan atención a los llamamientos del ala dura del régimen a que "acudan a votar para vencer a los enemigos de Irán".

"No importa si sólo vota el 10%", dice el candidato conservador Alí Abaspur
Casi olvidadas están las elecciones de 2000, en las que participó el 83% del censo

Oficialmente, la campaña electoral apenas comenzó el pasado martes, pero ya hacía meses que ocupaba la actualidad política iraní. Sobre todo porque el Consejo de Guardianes, formado por 12 miembros -seis ayatolás designados por el líder supremo y guía espiritual de la Revolución Islámica, Alí Jamenei, y seis juristas, elegidos por el Parlamento-, decidió descalificar a casi la mitad de los candidatos electorales, buena parte de ellos reformistas.

El Consejo de Guardianes es el auténtico órgano de poder en Irán, el ejecutor de lo que algunos iraníes comienzan a llamar la "dictadura islámica" y, después de la intervención de Jamenei, recalificó a unos mil candidatos, pero siguió dejando fuera de las listas a otros 2.530. De ahí que, cuando ya se sabe a quién se puede votar, los iraníes han dejado de interesarse. Lejos, casi olvidada, está aquella apasionada campaña electoral de 2000 que condujo a las urnas al 83% de la población y dio a los reformistas del presidente, Mohamed Jatamí, la mayoría absoluta de la Cámara.

Yamil Kadivar es una de las 13 mujeres que ocupan un escaño en el actual Parlamento, de 290 miembros, que sigue en activo hasta que el nuevo tome posesión a finales de mayo. Todas ellas salieron elegidas hace cuatro años por las listas reformistas, aunque dos se decantaron después por posiciones conservadoras. De esas 11 parlamentarias reformistas, sólo seis se presentan a la reelección -una de ellas, Kadivar-. Tres de sus compañeras que también pretendían haber revalidado su cargo en las urnas fueron descalificadas por el Consejo de Guardianes. "No entiendo por qué permiten que yo me presente. Claro, que tampoco sé por qué han descalificado a mis colegas", dice con una amplia sonrisa, que se cierra con un toque de complicidad cuando aborda las verdades del régimen.

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Los reformistas se han dividido entre quienes han optado por boicotear los comicios en protesta por la actuación del Consejo de Guardianes, al frente de los cuales se encuentra Reza Jatamí -hermano del presidente, vicepresidente del Parlamento, uno de los descalificados y líder del Frente Islámico de Participación, el principal partido reformista- y aquellos, con Mohamed Jatamí a la cabeza, que defienden que "hay que seguir luchando y presentarse aunque las elecciones no sean libres". Kadivar es uno de ellos.

"El problema es que el Consejo de Guardianes, que debe vigilar el cumplimiento de la Constitución, se salta su misión para imponer su punto de vista político", afirma esta madre de cuatro hijos. Convencida de que "Irán no puede dar marcha atrás", Yamil Kadivar, de 40 años, está empeñada en revalidar su escaño y dispuesta a formar parte de la minoría del nuevo Parlamento que recuerde a diario a los conservadores que "el pueblo quiere libertad política".

Los más optimistas consideran que en la capital acudirá a las urnas alrededor del 15% de los electores. En las demás grandes ciudades, la abstención no será tan significativa, y sólo en el campo -de los 65 millones de iraníes casi la mitad sigue siendo población rural- se prevé que el voto ronde el 50%. Con este panorama, prácticamente nadie pone en duda que los conservadores recuperarán el viernes el Parlamento que perdieron en 2000, por primera vez desde la Revolución Islámica, hace un cuarto de siglo. De hecho, es lo que sucedió en las municipales de hace un año. Los iraníes, cansados de que los reformistas estén atados de pies y manos, optaron por dejar de participar en un juego democrático que sólo les traía más frustración.

Alí Abaspur, de 53 años, diputado entre 1992 y 2000, por tanto uno de los desplazados por la marea reformista, se siente seguro ahora que todo se ha amañado para que el viento sople a su favor. "No importa si sólo vota el 10%, lo importante es que las elecciones sean legales", dice este ingeniero nuclear por la Universidad de Berkeley (California, Estados Unidos).

Abaspur sostiene que el ultraconservador Consejo de Guardianes "es un órgano apolítico que se dedica a hacer cumplir la Constitución y los principios de la Revolución Islámica". Por ello, defiende las decisiones de éste y asegura que los 80 diputados descalificados lo han sido por "no tener en cuenta el interés nacional". Aspirante a uno de los 30 escaños por Teherán, se presenta, como es habitual en Irán, en cinco listas de distintos partidos y colectivos conservadores, pero asegura que el calificativo conservador no obedece a la realidad. "Yo soy más reformista que los autoproclamados reformistas, defiendo la privatización de la economía y creo que la economía estatal no funciona".

"Los iraníes no distinguen entre reformistas y conservadores. La gente vota por quienes les resuelven los problemas, sobre todo los económicos: trabajo, vivienda, estudios, matrimonio... Creo que este Parlamento sólo se ha dedicado a las luchas intestinas y no ha resuelto los problemas de la gente, por ello no les votarán", afirma.

Sin embargo, en la calle la gente dice que para qué van a votar a los reformistas si no tienen capacidad de acción, y les critican por no plantar cara e imponer sus decisiones. "Se pasan el tiempo diciendo que dimiten y nunca lo hacen", señalo Maryam, secretaria de una empresa extranjera, al afirmar que ni ella, ni ningún miembro de su familia, acudirá a votar.

De las 285 leyes promulgadas por el actual Parlamento, 111 han sido vetadas por el Consejo de Guardianes, que nunca aceptó limitación alguna a sus poderes, ni permitió mayor capacidad de maniobra de los legisladores.

Para muchos iraníes, la convivencia entre la teocracia y el espíritu reformista ha sido más frustrante que efectiva, por lo que ahora ya no están dispuestos a seguir el juego de los ayatolás. Dentro de las mismas filas reformistas también cobra fuerza la necesidad de poner fin a "la farsa de la democracia islámica".

En los dos últimos días, más de 600 candidatos que habían obtenido el beneplácito del Consejo de Guardianes se han solidarizado con sus compañeros descalificados y han abandonado la carrera electoral, pese a que ello les traerá problemas con los órganos de seguridad. Para el régimen, "una persona con responsabilidades políticas no tiene derecho a dimitir", de ahí las enormes presiones que soportan el presidente Jatamí, su Gobierno, los gobernadores y los diputados que en los últimos meses han amenazado con tirar la toalla o directamente han presentado la dimisión. Ayer mismo, el presidente del Parlamento, el reformista Mehdi Karrubi, declaró que no acepta la dimisión que le presentaron el mes pasado 120 diputados, entre ellos los 80 descalificados.

Una pareja pasea ante carteles electorales ayer en Teherán.REUTERS

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