Crítica:CLÁSICA

Música para Antígona y Edipo

En sus conciertos de la presente semana, el director Josep Pons se ha servido de esos programas que labraron su renombre desde el comienzo de su carrera: dos obras sobre mito griego, una del gigante del siglo XX, Ígor Stravinski, y otra, como estreno absoluto, del zaragozano Jesús Torres, que no parte de Sófocles directamente, sino del tratamiento que le diera nuestra escritora María Zambrano.

La segunda, que lleva el mismo título de una obra breve para teatro, esto es, La tumba de Antígona, obedece a un encargo de la Orquesta Nacional y es meramente instrumental, con lo que toda...

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En sus conciertos de la presente semana, el director Josep Pons se ha servido de esos programas que labraron su renombre desde el comienzo de su carrera: dos obras sobre mito griego, una del gigante del siglo XX, Ígor Stravinski, y otra, como estreno absoluto, del zaragozano Jesús Torres, que no parte de Sófocles directamente, sino del tratamiento que le diera nuestra escritora María Zambrano.

La segunda, que lleva el mismo título de una obra breve para teatro, esto es, La tumba de Antígona, obedece a un encargo de la Orquesta Nacional y es meramente instrumental, con lo que toda alusión concreta al drama más que relativa se detiene en la sugerencia para el oyente; su lógica estructutal y expresiva es "artística y creativa", como nos dice Álvaro Guilbert en sus estupendas y aún ejemplares "notas de programa".

Orquesta Nacional

Orquesta Nacional, Coro Nacional y de Valencia. Obras de J. Torres y Stravinski. Auditorio Nacional, Madrid, 13, 14 y 15 de febrero.

Torres, nacido en 1955, se define día a día como singular representante de la generación de 1961. Su invención sinfónica constituye un todo en el que no se hace posible la disección de los elementos constitutivos del arte de la música, pero en el caso de su hermosa página sobre Sófocles-Zambrano, resultan evidentes su impulso dramático y su mesura, bien ensalzada por una versión clara y conmovedora.

Recuerdo con intensidad una versión de Edipo rey, de Stravinski, escuchada en el Festival de Berlín y dirigida por Ferenc Fricsay poco antes de su muerte y sin comparaciones, más que odiosas inútiles, guardo en la memoria el Edipo dirigido por Pons en el Festival de Granada (julio de 2001) en el Patio de Carlos V, incitante como la de ahora, en moderación de colores, ritmos, sustancialidad clásica y, en definitiva, en potencia impactante. En resumen, una jornada acumuladora de belleza y fruición estética. Y, además, un triunfo total que debe animar a la organización a volver con mayor frecuencia el legado stravinskiano.

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