Reportaje:

La 'resurrección' de un apaleado

Al cabo de cuatro años en coma, un mallorquín se recupera y trata de desvelar quiénes le mandaron al hospital

Indalecio Llort Jiménez se expresa con los dedos de una mano, tenues giros de la cabeza y los ojos y algún leve gesto facial. En un abecedario de cartón a veces compone palabras con las letras sueltas. Es un enfermo con daños cerebrales graves, con discapacidad severa, que yace en silencio, con medio cuerpo paralizado, tras un coma postraumático. Ahora, una "gran recuperación" le ha proporcionado una ansia comunicativa para intentar aclarar a las autoridades quién le apaleó y abandonó inerte en una cuneta de la autopista del aeropuerto de Palma.

Indalecio tiene 37 años, mide más de 1,90...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Indalecio Llort Jiménez se expresa con los dedos de una mano, tenues giros de la cabeza y los ojos y algún leve gesto facial. En un abecedario de cartón a veces compone palabras con las letras sueltas. Es un enfermo con daños cerebrales graves, con discapacidad severa, que yace en silencio, con medio cuerpo paralizado, tras un coma postraumático. Ahora, una "gran recuperación" le ha proporcionado una ansia comunicativa para intentar aclarar a las autoridades quién le apaleó y abandonó inerte en una cuneta de la autopista del aeropuerto de Palma.

Indalecio tiene 37 años, mide más de 1,90 metros y era guardia de seguridad de la compañía Trablisa en un establecimiento de la Crosanteria Mallorca. En la madrugada del 28 de febrero de 2000 participó en la capital balear en una disputa, de la que fue apartado por agentes del Cuerpo Nacional de Policía, que lo dejaron en la cercana plaza España. Fue encontrado en coma, horas después, a cinco kilómetros. Nadie ha podido dar razón de lo que sucedió. Ahora la víctima ha indicado a la Guardia Civil con sus gestos algunos detalles que recuerda.

Cierra la palma y aprieta el puño contra su cabeza, lo hunde tras la nuca en la almohada y luego muestra cuatro dedos y al final uno. "No cuentes nada más, ¡niño! No me habla el pobre", dice Carmen Gutiérrez, su madre, a pie de lecho. "Aunque últimamente quiere explicarse y ver gente. Antes no". Indalecio y su entorno familiar suponen que cuatro hombres le golpearon y que uno le dio en la cabeza con un bate.

"No ha sido un despertar, sino una gran mejora", señalan los parientes. El enfermo permaneció en estado vegetativo dos meses en la unidad de cuidados intensivos de Son Dureta y pasó a rehabilitación durante casi tres años en el Hospital de San Juan de Dios, donde inició el lento y complejo camino de progresión hasta lograr responder preguntas simples.

Desde hace un año habita una soleada y suburbial vivienda protegida, al cuidado de la madre, a quien ayuda una hora al día una asistente social. Un logopeda de la fundación hospital Son Llàtzer intentará alguna recuperación del lenguaje oral.

Indalecio besa con insistencia una estampa del Sagrado Corazón que reposa en el pecho, cerca de la cicatriz de la traqueotomía. Bajo la almohada tiene un recordatorio de la Virgen de los Desamparados y en la cabecera un cuadro de la Inmaculada Concepción.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

La televisión no para. Indalecio se recuerda en sus fotos antes de la tragedia, posando de pie, vestido de soldado. En un mosaico hay más vírgenes y varias postales de playas de México. "Tiene su novia allí, es hija de españoles. Le llama por teléfono", apunta la madre.

La paliza le produjo un traumatismo craneoencefálico que le dejó hematomas en la cápsula regiolenticular derecha, en las zonas temporal y femoral, con efectos secundarios en las funciones cerebrales. En diciembre de 2002, casi tres años después de entrar en coma, dejó de tener crisis epilépticas y mitigó los cuadros de negatividad ante su gran invalidez y avanzó en su evolución de respuesta.

La psicóloga del Hospital San Juan de Dios, Margalida Covas, recuerda que se intentó estimular a Indalecio para que usara un sistema informático, un teclado y pantalla de ordenador, para comunicarse y superar su ataxia. En el ambiente familiar, en casa, fuera del hospital, el paciente puede mejorar.

"Hasta hace poco no quería ver a nadie, ni hablar de lo que le pasó; se enfadaba y se ponía muy nervioso", dice su madre. "Ha llorado mucho ¡Le he secado unos lagrimones! Que Dios nos ayude y pueda mover y aguantarse el cuerpo. Mire, tiene la otra mano agarrotada. Yo ya no puedo manejarlo con la grúa; el aparato me volcó encima".

Indalecio Llort se azora y parece querer expresarse, pero apenas emite un murmullo gutural hueco. Con la mirada tensa y un giro de cabeza, niega haber deseado que se le acabase de golpe el tormento, que le desconectaran de la vida. "No ha tenido malos pensamientos", subraya Carmen. "A veces, con las películas de tiros, parecía que gritaba. No las quería ver", agrega.

"Soy del Barça", apunta el enfermo ¿Cuál es el mejor jugador? En su cartón de letras compone el nombre de Ronaldinho, con la precisa grafía brasileña. Al final alarga la mano del visitante y después alza, en un gesto característico del jugador, el dedo pulgar.

Esta semana, tras conocerse su mejora, Indalecio ha sido visitado por un equipo de la Guardia Civil, que ha grabado en vídeo el interrogatorio para intentar reconstruir lo sucedido aquella noche de hace cuatro años y poder atrapar a los presuntos autores de la agresión.

"Prefiero que se ponga bien a que arresten a sus agresores", dice uno de los dos hermanos del lesionado. La Federación Española de Daño Cerebral (Fedace) y la balear Rehacer recuerdan en sus cuadernos de ayuda para familiares de personas con traumatismo craneal que "las lesiones son diferentes y las evoluciones son diferentes. La personalidad es única y la evolución única". Cada víctima, dicen los expertos, tiene "una historia y un entorno que han contribuido a fabricar una personalidad propia".

Indalecio Llort, en su casa de Palma, con una foto anterior al coma.TOLO RAMON

Archivado En