Reportaje:GRANDES TEATROS DE ÓPERA (II)

La emblemática Semperoper

Posee la Semperoper de Dresde, seguramente junto a la Festspielhaus de Bayreuth, la imagen más impactante de los teatros líricos alemanes. El edificio diseñado por el arquitecto Gottfried Semper (1803-1879) abrió sus puertas en 1841, convirtiéndose de inmediato en el símbolo musical de una ciudad cuyo pasado operístico se remonta a 1667 con la Klegelsches Opernhaus y, aún más lejos en el tiempo, a 1617 con el estreno de la primera ópera alemana -la desaparecida Dafne, de Schütz- en la vecina Torgau. Un teatro de corte en el palacio Zwinger se inaugura en 1719 con una ópera de Loti, dand...

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Posee la Semperoper de Dresde, seguramente junto a la Festspielhaus de Bayreuth, la imagen más impactante de los teatros líricos alemanes. El edificio diseñado por el arquitecto Gottfried Semper (1803-1879) abrió sus puertas en 1841, convirtiéndose de inmediato en el símbolo musical de una ciudad cuyo pasado operístico se remonta a 1667 con la Klegelsches Opernhaus y, aún más lejos en el tiempo, a 1617 con el estreno de la primera ópera alemana -la desaparecida Dafne, de Schütz- en la vecina Torgau. Un teatro de corte en el palacio Zwinger se inaugura en 1719 con una ópera de Loti, dando paso poco después a su periodo de mayor esplendor en el XVIII con el compositor Johann Adolf Hasse. La ópera italiana dominaba el panorama hasta el revuelo causado por Carl Maria von Weber que compuso prioritariamente en Dresde nada menos que Der Freischütz y Euryanthe, estrenadas respectivamente en Berlín y Viena en 1821 y 1823. La ópera alemana cimentaba así de una forma irreversible sus raíces. La encantadora casa-museo de Weber en las afueras de Dresde es hoy una visita obligada para los operófilos.

La ebullición vital de la ópera en Dresde se simultanea con periodos de fatales silencios

La imponente Semperoper cogía el relevo de la historia musical de la ciudad sajona y en su primera década de existencia acogía los estrenos mundiales de títulos como Rienzi (1842), El holandés errante (1843) y Tannhäuser (1845), de Richard Wagner. Después vendría la participación del compositor en las reivindicaciones revolucionarias de 1848, que forzaría su marcha y desvinculación de Dresde. Pero en la historia del teatro queda en un lugar destacado el lanzamiento del autor operístico alemán más trascendental del siglo XIX. Tendría un heredero la Semperoper para continuar su importancia como teatro impulsor de la ópera alemana. Durante varias décadas se convirtió en el templo sagrado de Richard Strauss. Nada menos que nueve de sus obras para la escena lírica se escucharon por primera vez allí, entre ellas, Salomé (1905), Electra (1909), El caballero de la rosa (1911), Arabella (1933) y La mujer silenciosa (1935). Otros títulos capitales que se han estrenado en la Semperoper son Doctor Fausto, de Busoni, y Cardillac, de Hindemith, ambos a mediados de la década de los veinte del siglo pasado.

Esta ebullición vital de la ópe-

ra en Dresde se simultanea con periodos de fatales silencios. En 1869 fue destruido su simbólico teatro por el fuego, estando prácticamente una década inactivo. En la noche del 13 al 14 de febrero de 1945 fue bombardeado el casco histórico de Dresde por las tropas aliadas, en una de las acciones más salvajes e irracionales de la Segunda Guerra Mundial. Afectó de lleno a la Ópera, que se reabrió justamente 40 años más tarde con una representación de El cazador furtivo (Der Freischütz), de Weber. La última desgracia es reciente y tuvo lugar en agosto de 2002 con las lluvias torrenciales y el desbordamiento del río Elba, que llevó a la Semperoper a alturas de agua de 9 metros desde el suelo del sótano y 1,45 metros desde la planta baja, con el consiguiente deterioro y destrucción en porcentajes entre el 50% y el 90% del escenario, conducciones e instalaciones electrotécnicas, sistemas de calefacción y aire acondicionado, así como la pérdida de materiales artísticos almacenados. En condiciones precarias el teatro presentó a finales de 2002 el ballet El sueño de una noche de verano -qué ironía- y ya recuperando la normalidad subió a escena el pasado 23 de marzo la première de Sigfrido, de Wagner, en la nueva puesta en escena de Willy Decker, coproducida por el Teatro Real de Madrid, coliseo que culminará el ciclo compartido con Dresde de El anillo del Nibelungo el próximo 20 de febrero con El ocaso de los dioses, presentada en la ciudad sajona a finales de agosto. Durante el mes de abril se repondrán dos ciclos completos de este Anillo en la Semperoper.

Publicaba hace unos años la revista Deutschland, tomando datos estadísticos de la Asociación Alemana de Teatros, que la Ópera de Dresde destacaba del resto de los teatros líricos alemanes en parámetros tales como índice de ocupación , presupuesto cubierto por venta de localidades y subvención pública más baja por entrada. Su emplazamiento es colosal: una amplia plaza a orillas del Elba, compartida por el original Zwinger, que alberga en su interior uno de los museos de pintura más sorprendentes de Europa, la catedral católica y el palacio-castillo. El público alemán de todas las regiones peregrina a la Ópera de Dresde por razones musicales, desde luego (no en vano está en el foso una de las orquestas de sonido más puramente alemán: la Staaskapelle), pero también por motivos extramusicales. Dresde es una referencia moral en el país y su proceso de reconstrucción (Wiederaufbau) piedra a piedra -que dará un nuevo paso en 2006 con la Frauenkirche, iglesia protestante, en vísperas del 800 aniversario de la creación de la ciudad- es seguido con emoción desde dentro y con admiración desde fuera de Alemania. Dresde, como decía Goethe de forma hiperbólica, al contemplarla panorámicamente, "es el balcón de Europa".

Las relaciones históricas de Dresde con España han sido sustanciales y aún se mantienen hoy fuertes lazos desde la universidad, siendo habituales los intercambios literarios o los ciclos de exhibición de películas. La colaboración de la Semperoper y el Real en la obra más ambiciosa de Wagner añade un elemento más a una trayectoria de acercamientos. Al margen de ello, Dresde continúa su tenaz andadura operística con 36 títulos diferentes en esta temporada, entre los que no faltan algunos tan simbólicos en la ciudad alemana como Electra, El caballero de la rosa, El holandés errante o El cazador furtivo. ¿Lo más atractivo de inmediato? Pues, quizá un festival de teatro musical del siglo XX en febrero y primeros días de marzo con obras como Celan, de Peter Rucizka, y Lear, de Aribert Reimann. Y siempre el contrapunto de la ciudad: estimulante, maravillosa en su complejidad.

Semperoper. Theaterplatz 2, 0167 Dresde.Teléfono (0044)0351 49110. Fax (0044)0351 4911700. Email: bestellung@semperoper.de -www.semperoper.de

El edificio de la Semperoper, de Dresde, se refleja en el agua que la inundó en 2002.EPA

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