Reportaje:

El cross salva obstáculos

Elgoibar, Amorebieta y San Sebastián, con medio siglo de vida, conservan el prestigio internacional de este deporte

En Elgoibar tienen considerado al mítico atleta etíope Mamo Wolde como un elgoibarrés más. En las instalaciones de Mintxeta, donde se celebra desde 1943 la carrera campo a través más antigua de España, hay un busto en su honor. Wolde -campeón olímpico de maratón en México 1968- fue el primer africano que corrió en el País Vasco. Aquel año de 1963 ganó en Elgoibar y San Sebastián, y fue tal la expectación y éxito alcanzados que, con el paso de los años, una pléyade de gacelas ha realzado el palmarés de los croses vascos: Tergat, Gebreselasie. Ngugi, Bayissa, Kipketer, Abebe, Kipkoech, Bekele......

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En Elgoibar tienen considerado al mítico atleta etíope Mamo Wolde como un elgoibarrés más. En las instalaciones de Mintxeta, donde se celebra desde 1943 la carrera campo a través más antigua de España, hay un busto en su honor. Wolde -campeón olímpico de maratón en México 1968- fue el primer africano que corrió en el País Vasco. Aquel año de 1963 ganó en Elgoibar y San Sebastián, y fue tal la expectación y éxito alcanzados que, con el paso de los años, una pléyade de gacelas ha realzado el palmarés de los croses vascos: Tergat, Gebreselasie. Ngugi, Bayissa, Kipketer, Abebe, Kipkoech, Bekele...

La tradición por el cross se conserva medio siglo después en Euskadi, cuyo pabellón es reconocible en todo el mundo atlético. Elgoibar (61 ediciones disputadas), Amorebieta (50), San Sebastián (49) y Llodio (21) -el veterano, con 74 ediciones, es el cross donostiarra de la Gimnástica de Ulía, que ahora se corre sobre asfalto- mantienen la llama internacional del cross, pese a los efectos de la profesionalización de los africanos. Hoy apenas queda un rastro del espíritu organizativo que caracterizó los orígenes de estas pruebas. Los cachés millonarios de los atletas tienen mucha culpa. Cualquier liebre de maratón cobra ahora 24.000 euros por tomar la salida, y no digamos un primera fila con una marca de 2:08: pide 90.000.

En los primeros años, recuerda Patxi Ripalda, presidente de la Federación Atlética Guipuzcoana, los organizadores del cross donostiarra acudían a las tribus para seleccionar los atletas. Eran los años en que sólo Mariano Haro podía disputarles la supremacía, y venían sin recibir nada a cambio, salvo unos suculentos agasajos gastronómicos -el genial Gebreselasie asocia aún San Sebastián con las chuletas- y los premios en especie (una lavadora, un televisor o un ciclomotor) que obtenían según su clasificación. Entonces, el cross era rentable, daba beneficios. Las autoridades públicas se daban codazos por sentarse en la tribuna principal, asegura Ripalda.

Así se cultivó una afición por el cross en Euskadi que hoy persiste mal que bien. En el Memorial Muguerza de Elgoibar (85.000 euros de presupuesto) participan 400 atletas, desde alevines hasta senior. Recibe un fuerte apoyo del Ayuntamiento (12.000 euros) porque para este municipio "es muy importante la notoriedad internacional" que le da el cross, afirma el presidente del club organizador, José Miguel Azkoitia.

Amorebieta ha apostado este año muy fuerte por su carrera con la esperanza de regresar al calendario de la IAAF. Al cumplirse su 50 aniversario, puso en liza a toda la élite mundial, salvo el campeón del mundo, el keniano Bekele. Y San Sebastián (102.000 euros de presupuesto), en cuyo hipódromo se celebraba el Gran Premio de las Naciones, la versión antigua del mundial de cross, intenta a duras penas mantener el nivel que tuvo, aunque está preso de las dificultades económicas. El Ayuntamiento donostiarra le da 5.000 euros con una mano y le cobra 3.800 euros con la otra por utilizar el hipódromo municipal. "El cross ha pasado de ser un vivero de atletas a convertirse en un escaparate de figuras", afirma Ripalda.

[Sobre el barro del hipódromo, el etíope Gebre Gebremarian realizó ayer una carrera antológica. Se quedó del resto de favoritos a mitad de prueba, fue remontando la desventaja y acabó imponiéndose en la recta de llegada al keniano Patrick Ivuti y el eritreo Tadese Zersenay].

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