Columna

El público

La tarde en que se estrenó Mystic River, de Clint Eastwood, un número considerable de seguidores contumaces del director americano hacíamos cola en el cine. No teníamos pinta de ser el tipo de espectador que acude como un zombie allí donde le mandan las productoras norteamericanas, sino más bien la de informados amantes del cine, por no decir cinéfilos, que es un término tristón que ha acabado definiendo a personas que tienen la mente llena de conocimientos innecesarios y los hombros llenos de caspa. La tarde en que se estrenó Mystic River estábamos allí los impacientes, los que ...

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La tarde en que se estrenó Mystic River, de Clint Eastwood, un número considerable de seguidores contumaces del director americano hacíamos cola en el cine. No teníamos pinta de ser el tipo de espectador que acude como un zombie allí donde le mandan las productoras norteamericanas, sino más bien la de informados amantes del cine, por no decir cinéfilos, que es un término tristón que ha acabado definiendo a personas que tienen la mente llena de conocimientos innecesarios y los hombros llenos de caspa. La tarde en que se estrenó Mystic River estábamos allí los impacientes, los que esperamos como agua de mayo las historias de aquel joven vaquero de Sergio Leone, hoy anciano elegante y callado, que desgrana en cada película una sabiduría que te deja pensativo y ausente después de ver Los puentes de Madison o Un mundo perfecto. Clint Eastwood ha generado lo que todo artista desea, un público que siente la necesidad imperiosa de ver su trabajo. La campaña que se anuncia estos días sobre cine español increpa al espectador diciéndole que tiene que ir "urgentemente" a ver "nuestras" películas. ¿Por qué? Lo que el cine español necesita urgentemente es una protección oficial para no ser literalmente enterrado por la fuerza del mercado americano. Pero de ahí a pensar que el espectador no va a ver cine español porque tiene prejuicios hay un abismo, de ahí a pensar que el espectador tiene cierta obligación moral en apoyar el cine patrio hay un abismo, de ahí a pensar que es más fácil identificarnos con las historias españolas hay un abismo. Entre toda la basura norteamericana que llegó en el 2003 hubo al menos tres películas que los cineastas españoles debieran ver con reverencia, humildad y ganas de aprender. Cuando oigo defender el cine español por la discutible razón de que cuenta mejor lo nuestro me echo a temblar. El cine ha de aspirar a ser entendido en cualquier parte y el cineasta aspirar a que el espectador sienta la necesidad de ver su siguiente película. Se pueden exigir apoyos estatales para que el pez gordo no se coma al chico, pero el público es soberano. Es soberano y no siempre es tonto. Va a ver lo que le sale de las narices. Para eso es el que paga.

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