Reportaje:

Un merecido Tambor de Oro

Pilar Belzunce y su hijo Luis reciben el galardón de la fiesta donostiarra concedido al museo Chillida-Leku

Pilar Belzunce, viuda del escultor Eduardo Chillida (1924-2002), se hallaba ayer tremendamente feliz, pero triste. Abrazada al Tambor de Oro de San Sebastián, no pudo contener unas lágrimas de gozo ni disimular el gesto risueño cuando evocó a su inseparable marido. "Eduardo lo estará viendo desde el cielo", dijo con voz entrecortada, y ya no pudo seguir hablando. Sus palabras se fundieron con una larga descarga de aplausos. Fue el emotivo cierre de la ceremonia de entrega del Tambor de Oro, el máximo galardón de la fiesat donostiarra, que este año ha recaído en el Museo Chillida-Leku.

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Pilar Belzunce, viuda del escultor Eduardo Chillida (1924-2002), se hallaba ayer tremendamente feliz, pero triste. Abrazada al Tambor de Oro de San Sebastián, no pudo contener unas lágrimas de gozo ni disimular el gesto risueño cuando evocó a su inseparable marido. "Eduardo lo estará viendo desde el cielo", dijo con voz entrecortada, y ya no pudo seguir hablando. Sus palabras se fundieron con una larga descarga de aplausos. Fue el emotivo cierre de la ceremonia de entrega del Tambor de Oro, el máximo galardón de la fiesat donostiarra, que este año ha recaído en el Museo Chillida-Leku.

"Lo hemos merecido", comenzó diciendo Belzunce. "Se puede decir que todos sois propietarios de Chillida-Leku, un lugar especial donde se nota la limpieza de una persona como Eduardo, que ha creado todas sus obras con un espíritu muy limpio", añadió. El museo, ubicado en Hernani, ha sido visitado desde su inauguración en septiembre de 2000 por casi 300.000 personas.

En un lugar distinguido del recinto, a su entrada, lucirá desde hoy el Tambor de Oro, anunció Luis Chillida, hijo del escultor y director del museo, quien en todo momento permaneció al lado de su madre. Él quiso agradecer el galardón en nombre de los trabajadores del recinto de Zabalaga, el sueño que su padre pudo culminar en vida "con el esfuerzo de toda una familia, sin ayudas públicas", recordó el alcalde de la ciudad, Odón Elorza. El primer edil describió Chillida-Leku como "un espacio para el disfrute, para la reflexión cultural y para la paz".

La figura de Chillida, tanto como el premio al museo que lleva su nombre, congregó en el Ayuntamiento donostiarra a numerosas personalidades, entre ellas el lehendakari, Juan José Ibarretxe; el diputado general de Guipúzcoa, Joxe Joan González de Txabarri, toda la corporación, otros representantes institucionales y varios de los anteriores galardonados.

Fue a mediodía, mientras por las calles se estaba consumando uno de los momentos más entrañables de la fiesta: el desfile marcial de 5.000 niños que baten los palillos sobre tambores y barriles y hacen que retumbe toda la ciudad. Era un gran ejército multicolor formado por pequeños soldados inflados de ilusión.

Este momento de gloria para los menores corrió peligro de malograrse por culpa de la climatología. San Sebastián amaneció lluviosa y muy fría. Afortunadamente, se quedó sólo en un amago. Cesó a tiempo el molesto sirimiri y pudo partir la tropa tras interpretar la Marcha de San Sebastián a las órdenes del Tambor Mayor, Marta Garitano, del colegio Mary Ward. Antes, el general de la Tamborrada Infantil, Iñigo Pérez de Amézaga, de la ikastola Ikasbide, salió al balcón del Ayuntamiento para animar a todos a disfrutar del "día más importante del año", lo que fue respondido con un estruendo de tambores. Y la Bella Easo, Lide Mateos, les recordó: "No todos los niños del mundo viven tan bien como nosotros".

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Al finalizar este mosaico de compañías escolares, las agrupaciones adultas retomaron la fiesta. Este año han participado unas 9.500 personas repartidas en 92 tamborradas que interpretaron las piezas de Sarriegi durante 24 horas ininterrumpidas.

Luis Chillida abraza a su madre, Pilar Belzunce, tras recibir ayer el Tambor de Oro en el Ayuntamiento de San Sebastián.JESÚS URIARTE

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