Columna

Fanáticos

Dice Rosa Montero que el fanatismo nos acecha a todos por un deseo infantil -siempre llevamos dentro al niño que fuimos- , bañado con un sentimiento de indefensión que no nos podemos quitar de encima y que nos arrastra a buscar y encontrar un hombre perfecto. Eso vale igual para artistas, políticos, atletas, personajes públicos y me imagino que también para los protagonistas de la prensa del corazón.

Pero además de personas hay otras cosas que provocan el fanatismo, como ocurre con algunas fiestas populares que, entre otras cosas, invitan a comprar. Estos días recientes no había más que...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Dice Rosa Montero que el fanatismo nos acecha a todos por un deseo infantil -siempre llevamos dentro al niño que fuimos- , bañado con un sentimiento de indefensión que no nos podemos quitar de encima y que nos arrastra a buscar y encontrar un hombre perfecto. Eso vale igual para artistas, políticos, atletas, personajes públicos y me imagino que también para los protagonistas de la prensa del corazón.

Pero además de personas hay otras cosas que provocan el fanatismo, como ocurre con algunas fiestas populares que, entre otras cosas, invitan a comprar. Estos días recientes no había más que darse una vueltecita por la calle Tetuán, a última hora de la tarde, para constatar que estaba todo el mundo fanático y no por personas sino por cosas perfectas. Las personas eran la justificación de lo que se iba a comprar. Faltaban, por supuesto, los que no pueden permitirse ni regalos ni otras cosas más necesarias.

Los escaparates, a toda luz y a todo color navideño, atrapaban a la multitud como un imán a un alfiler, y por eso se andaba tan despacio, parándose todos a contemplar las cosas perfectas que brillaban tras los cristales; y por eso se apretaba el público en las calles de los comercios formando esa bulla que tanto nos gusta.

Los regalos no se acaban nunca porque siempre va quedando alguien detrás, como una cadena interminable de familia, amigos, compañeros, conocidos que tuvieron un detalle o nos hicieron un favor o nos invitan cada año y hay que corresponder de alguna manera. La lista acaba siendo tan larga como la de los chismorreos de Susanita, la de Mafalda. Por mucho empeño que se ponga en comprarlo todo en un solo día es imposible. Y así se anda y se anda un día y otro día buscando una bolsita, un pirulí, una vela, un boli o un vasito para meter algo dentro.

No es que nos aceche el fanatismo: es que nos metemos en cuanto podemos. Si es verdad eso que dicen, que comprar alivia las depresiones, estos días de Navidad debemos estar todos eufóricos. Me asombró la cantidad de tiendas nuevas y las cosas tan bonitas que venden. Y me entra un escalofrío cuando pienso que, a pesar de la economía sumergida, siempre hay quien pasa necesidades. Debe ser sentimiento de culpa.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En