FONDO DE OJO

La colonia

Si alguien, en estas señaladas fechas, te regala un frasco de colonia, da por sentado que has dejado de ser parte de su vida. Estás simplemente muerto, porque debajo de ese regalo, aislados los dulces matices y sugerencias sensuales de su publicidad, sólo hay un parte de defunción simbolista.

Para llegar a tan triste conclusión será necesario preguntarse, en primer lugar, de dónde viene la malhadada idea del regalo a contratiempo, o por mejor decir, del regalo en todo tiempo determinado. Y deberemos suponer, como parece costumbre, que los grandes almacenes han trabajado muy duro para qu...

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Si alguien, en estas señaladas fechas, te regala un frasco de colonia, da por sentado que has dejado de ser parte de su vida. Estás simplemente muerto, porque debajo de ese regalo, aislados los dulces matices y sugerencias sensuales de su publicidad, sólo hay un parte de defunción simbolista.

Para llegar a tan triste conclusión será necesario preguntarse, en primer lugar, de dónde viene la malhadada idea del regalo a contratiempo, o por mejor decir, del regalo en todo tiempo determinado. Y deberemos suponer, como parece costumbre, que los grandes almacenes han trabajado muy duro para que todos nos sintamos beneficiarios de las témporas o de los días señalados, a la vez que sujetos a la obligación de corresponder, replicando con prenda similar a la recibida como merced.

Es cierto que para obtener los largos beneficios que se presumen de tan desaforado intercambio de mercancías, ha habido que trasladar a esta impía sociedad los patrones de comportamiento de otras, lejanas, en las que la función social del regalo en las fechas navideñas se practicaba desde el siglo XIX, obviando, por supuesto, las tradiciones de los Reyes Magos o de Papá Noel, que sólo a los infantes afectaban.

Era necesario sustituir en el ánimo del ciudadano, ahora llamado consumidor, la expresión afectiva del cariño o de la amistad -que ningún rendimiento prestan al mercado- por algo tangible y determinado, que deba adquirirse, y que justifique en términos monetarios el porqué de la fiesta o la celebración.

Pero claro, una vez instalada la fiebre consumista es necesario proveer a los regaladores de la mercancía apropiada, aquella que satisfaga sin comprometer a la vez que pueda ser calificada con el siempre engañoso calificativo de "detalle de buen gusto" y, además, signifique un desembolso, posible aunque oneroso, para el bolsillo de los adquirentes, y un amplio margen para los industriales e intermediarios en general.

Todas estas virtudes y algunas más -en ocasiones hasta el aroma- se conjugan en la colonia; para niños y mayores, para viudas y militares sin graduación, para parejas ahítas por el paso del tiempo y padres a los que hace mucho tiempo perdimos la pista de sus verdaderas aficiones y necesidades; para todos aquellos que han perdido su memoria histórica y sus intereses presentes, para todos y desde todos, la colonia.

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Bueno, y también, por supuesto, para aquellos fanáticos de los olores y de la estética de los envases.

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