Crítica:CRÍTICA

Gamberrada simpática

Por empezar por donde se debe: si el lector es un amante del cine bien hecho, de una cierta dramaturgia ordenada, de un guión solvente y unos actores, digamos para entendernos, normales y al uso, ésta sin duda no es su película. Porque casi nada de eso figura entre los logros de este primer largometraje de un deslenguado cortometrajista aragonés, Miguel Ángel Lamata, un hombre cualquier cosa menos común: su desarrollo es espasmódico, sus actores (algunos de ellos francamente bueno: sobre todo Aijón, un verdadero hallazgo) campan por ahí como amiguetes del dire (que es lo que, de paso, t...

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Por empezar por donde se debe: si el lector es un amante del cine bien hecho, de una cierta dramaturgia ordenada, de un guión solvente y unos actores, digamos para entendernos, normales y al uso, ésta sin duda no es su película. Porque casi nada de eso figura entre los logros de este primer largometraje de un deslenguado cortometrajista aragonés, Miguel Ángel Lamata, un hombre cualquier cosa menos común: su desarrollo es espasmódico, sus actores (algunos de ellos francamente bueno: sobre todo Aijón, un verdadero hallazgo) campan por ahí como amiguetes del dire (que es lo que, de paso, también son), el guión encadena situaciones absurdas una tras otra.

Pero... hay un pero que, al menos para la cada vez más desquiciada sensibilidad de este cronista, le acerca al producto y le hace verlo como algo más que una simple gamberrada en la que Santiago Segura, siempre tan listo, ha decidido invertir sus cuartillos, amén de reservarse un papel de esos suyos, de los que le van como anillo al dedo. Y ese pero tiene que ver con el desparpajo, ciertamente insólito en una parodia gore como la que aquí nos convoca, con el que Lamata y su coguionista, otra vez Arjón, juegan con el espectador, con la ficción, con el destino de sus propios personajes.

UNA DE ZOMBIES

Dirección: Miguel Ángel Lamata. Intérpretes: Miguel Aparicio, Miguel Ángel Aijón, Mayte Navales, Santiago Segura, Salomé Jiménez. Género: terror, España, 2003. Duración: 90 minutos.

Y aunque el lector se resista a creerlo, de lo que en el fondo va un producto tan desastrado, una gamberrada tan aparentemente adolescente y descerebrada es... del lugar del espectador en la ficción, en cualquier ficción; del narrador como demiurgo que crea, reproduce y elimina a sus criaturas a su arbitrio. De, en definitiva, un meta-discurso sobre el cine de género que ciertamente se erige en rara avis en el actual panorama del más descerebrado de los subgéneros patrios, y que hace que, a partir de ahora, debamos tener al joven Lamata en nuestro más curioso interés. Continuará: seguro.

Miguel Ángel Lamata (a la izquierda) y Santiago Segura.SUSANNA SÁEZ
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