Crítica:

Espejo de sombras

Presenta Alberto García Alix en esta muestra, deslumbrante y conmovedora, dos ciclos realizados a lo largo del último año, que reflejan el anverso y reverso de la experiencia que ha marcado su encuentro con París. Afincado actualmente en la capital francesa, donde se desplazó para someterse a un agresivo tratamiento de la grave dolencia hepática que padece, García Alix ha afrontado un tiempo escindido en torno a un doble vórtice de desasosiego. El primero, el más agónico y sombrío, es el que dibuja, en radical soledad, el viaje de ese cuerpo doliente e insomne alrededor de la estancia en pos ...

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Presenta Alberto García Alix en esta muestra, deslumbrante y conmovedora, dos ciclos realizados a lo largo del último año, que reflejan el anverso y reverso de la experiencia que ha marcado su encuentro con París. Afincado actualmente en la capital francesa, donde se desplazó para someterse a un agresivo tratamiento de la grave dolencia hepática que padece, García Alix ha afrontado un tiempo escindido en torno a un doble vórtice de desasosiego. El primero, el más agónico y sombrío, es el que dibuja, en radical soledad, el viaje de ese cuerpo doliente e insomne alrededor de la estancia en pos de la espiral que trazan, en cadencia implacable, la postración y la negra bilis, los estragos de la química y la angustia. De ahí surgen las 15 imágenes de gran formato desgranadas en la secuencia de Je t'en prie, con sus deshabitados nocturnos de un París espectral, con el interior madrileño que certifica, al modo de las vanitas, la fuga del tiempo ido, con los autorretratos, ante todo el primer plano que impone ese brumoso rostro de ojos anegados y que, de los muchos memorables que ha deparado el autor, es tal vez el más intenso.

ALBERTO GARCÍA ALIX

'Je t'en prie'

Galería Juana de Aizpuru

Barquillo, 44, 1º. Madrid

Hasta el 31 de enero de 2004

Y luego está, ya a plena luz y en la vorágine que estalla en las calles, ese otro París diurno que García Alix hace suyo en los cartiers más broncos y de mayor mestizaje, aquel en el que, con mayor desgarro incluso que su cosmos anterior, parece reconocerse, en territorio propio, como un "meteco entre metecos". Ese París efusivo y visceral es el territorio de caza que el artista saquea al azar, cámara en mano y sin mirar por el visor, origen del flujo del que se nutren los destellos encadenados sobre el relato que teje la voz del propio autor en el soberbio vídeo realizado por García Alix y que titula, en heroica divisa, Mi alma de cazador en juego. En fin, cara y cruz de un García Alix excéntrico y muy distinto al anterior, pero que brota impulsado igualmente por el vigor magistral y el aliento apasionado que lo identifican como talento de mayor talla entre los fotógrafos de su generación.

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