Análisis:A pie de obra | TEATRO

La invención de Daulte

Uno. Urkel, Roosenvart, Urbis Tertius. El brujo Daulte, Javier Daulte, ha vuelto a Barcelona con otro juego fascinante: 4D Óptico, en el Espai Lliure, sólo hasta el 14 de diciembre. Imaginen un episodio de Rumbo a lo desconocido que tuviera como guionistas a Bioy Casares y Philip K. Dick, mano a mano. Argumento: un grupo de jóvenes científicos, expertos en física cuántica, trabajan para una fundación multinacional. Un fallo en un experimento provoca "una perforación en el campo perceptivo" que les permite acceder a un universo simultáneo: una residencia alemana, pob...

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Uno. Urkel, Roosenvart, Urbis Tertius. El brujo Daulte, Javier Daulte, ha vuelto a Barcelona con otro juego fascinante: 4D Óptico, en el Espai Lliure, sólo hasta el 14 de diciembre. Imaginen un episodio de Rumbo a lo desconocido que tuviera como guionistas a Bioy Casares y Philip K. Dick, mano a mano. Argumento: un grupo de jóvenes científicos, expertos en física cuántica, trabajan para una fundación multinacional. Un fallo en un experimento provoca "una perforación en el campo perceptivo" que les permite acceder a un universo simultáneo: una residencia alemana, poblada por oscuras energías, coincide, en otro plano, con el espacio y el tiempo del Laboratorio Roosenvart. Los científicos atrapan las voces procedentes de ese lugar y descubren que está a punto de producirse un asesinato. Una banda de delincuentes, a sueldo de una poderosa discográfica, planea matar a una cantante, Gina, para que su disco póstumo entre en la leyenda. La aventura paralela de la mansión Urkel es un material desaforado, entre Fedora y La leyenda de Lylah Clare. Las situaciones son extremas, los diálogos "bigger than life". Los delincuentes, esencialmente mediocres, se comportan como niños jugando a películas. La misma mansión tiene una historia dual: el estigma nazi coexiste con el decorado de Sonrisas y lágrimas. A medida que avanzan ambos relatos advertimos un deslumbrante efecto especular: los personajes de Urkel bien podrían ser una proyección de los deseos y temores inconscientes de los científicos, tan emocionalmente inmaduros como ellos; tan falsamente autónomos y tan sujetos todos a una trama superior, sea los intereses comerciales de la Fundación o la banal codicia del magnate musical. La intuición de una recién llegada, Mónica de D'Almessi, brillantísima matemática y temible trepadora, propulsa el motor de la ficción: si Gina muere en el universo de Urkel, se producirá un agujero irremediable en el mundo de Roosenvart. Es decir, en "nuestro" mundo.

Dos. My Favorite Thing. La idea central de 4D Óptico es un concepto recurrente en la ciencia-ficción cinematográfica -desde Planeta prohibido hasta Solaris pasando por Nivel 13 o las fugas psicogénicas de Lynch- pero muy poco o nada frecuentado en teatro: habría que remontarse a la lejanísima Plaza de Berkeley, todo un éxito en la España de posguerra, o a la Trilogía del tiempo de Priestley, y de ahí saltar a las simultaneidades de How the Other Half Loves, de Ayckbourn, o la culminante Arcadia de Tom Stoppard. Tras el estreno, un amigo purista me dijo: "Esto no es teatro, es cine. Daulte debería dedicarse, directamente, a hacer películas". No estuve ni estoy de acuerdo, porque el juego de Daulte es esencialmente teatral: el nivel de realidad es mucho más intenso que en el cine por la proximidad física de la acción. En segundo lugar, la mayor parte de los efectos de 4D Óptico no se conseguirían a través de una pantalla. De entrada, serían mucho más caros: al igual que en Gore y Bésame mucho, la imaginación creadora sustituye, con ventaja, a la más sofisticada tecnología.

En mi escena favorita, la tímida Paulina, una becaria de la Fundación, es "introducida" en el mundo de Urkel y guiada por sus compañeros para impedir el crimen, convirtiéndose en su doble, la seductora Angie: es un gran momento de teatro, sin más elementos de atrezzo que dos vestidos, una peluca... y un "joystick" de Playstation, del mismo modo que el laboratorio se sugiere con cuatro pantallas de ordenadores viejos, un puñado de tubos de ensayo y dos artefactos inventados. Daulte utiliza recursos cinematográficos como los fundidos en negro o los cortes sobre el eje para crear elipsis en un mismo espacio, y trabaja narrativamente la banda sonora -el asesinato "montado" sobre My Favorite Things, una idea digna de Brian de Palma-, pero la magia de su propuesta se basa, por encima de todo, en la endiablada construcción del texto y el no menos endiablado juego actoral.

Tres. Los aprendices del brujo. La adscripción a un género tildado de "menor" y el ritmo indesmayable del espectáculo enmascaran, en su maravillosa levedad (como debe ser: siempre hay que dar liebre por gato) la enorme ambición del proyecto. 4D Óptico ronda las tres horas, y aunque quizá le convendría algún leve recorte, es imposible separar nuestra atención del escenario, uncidos a la más hermosa pregunta del mundo: "¿Qué ocurrirá ahora?". Hay que resaltar el formidable trabajo de sus ocho intérpretes, muy jóvenes y casi desconocidos. Procedentes de un taller tutelado por Daulte (responsable, asimismo, de la escenografía y la iluminación) han formado un verdadero equipo, al que se ha sumado Toni Casares, director de la sala Beckett, aquí en funciones de ayudantes de dirección (con Adriana Roffi), traductor al catalán y responsable de la producción. Es cierto que el reparto no alcanza la técnica y el grado de verdad de los cómicos argentinos que nos sirvieron las anteriores entregas de Daulte, pero el nivel alcanzado es impresionante. He aquí a un grupo de debutantes (o casi) defendiendo un torrente de texto lleno de escollos (monólogos enrevesados, diálogos superpuestos, acciones entrelazadas) y, claro está, doblando papeles "por exigencias del guión". Quim Dalmau es el físico Max y el asesino Senillosa; Nora Navas es Paulina y Angie; David Vert es el ingeniero Robert y Sordo, el chófer; Jordi Rico es Andy, un disminuido físico, y el mafioso Ojeda; Nies Jaume es la matemática Julia y Celina, la amante de Ojeda; Nuria Legarda es Alma, la jefa del equipo, y Esther Carvajal, falsificadora de joyas; Carme Poll interpreta a la oftalmóloga Rina y a Mariana, la gobernanta de la mansión Urkel. Sandrá Monclús, por último pero no en último lugar, interpreta a la enfebrecida Mónica de D'Almessi y a Gina, la cantante. Todo un tour de force. Y un éxito cantado, que merece verse en toda España: no se lo pierdan.

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