Columna

Aguirre o la pifia de Rajoy

Aguirre despachó a Gallardón, de un certero golpe: le retiró el uso de la palabra, en su toma de posesión. Al otro día, Gallardón no asistió porque no le pasó por las narices o porque no fue invitado a la presentación de los consejeros. Se consumaba así el segundo desencuentro de ambos dirigentes de un PP, ya en desguace. Ahora que la política se ha apropiado, en su creativa grandeza, de la terminología teatral, se habla de escenificar una polémica o unas diferencias de criterio absolutamente incruentas, es decir, las espadas son de madera y la sangre, salsa de tomate. No sufran ustedes, respe...

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Aguirre despachó a Gallardón, de un certero golpe: le retiró el uso de la palabra, en su toma de posesión. Al otro día, Gallardón no asistió porque no le pasó por las narices o porque no fue invitado a la presentación de los consejeros. Se consumaba así el segundo desencuentro de ambos dirigentes de un PP, ya en desguace. Ahora que la política se ha apropiado, en su creativa grandeza, de la terminología teatral, se habla de escenificar una polémica o unas diferencias de criterio absolutamente incruentas, es decir, las espadas son de madera y la sangre, salsa de tomate. No sufran ustedes, respetable público. Nada es lo que parece, nos advierte Rajoy: miren, esto forma parte de la farsa, lo importante es que hagan "el mayor esfuerzo del que sean capaces para que las cosas salgan lo mejor posible". Se trata, pues, de aprenderse bien los diálogos, de ensayar, de cuidar gestualidad y dicción, de sacar adelante la función, y de saludar al público con elegancia, que en definitiva es quien paga y echa el voto. Hace quinientos años lo de Aguirre y el capitán Ursúa iba a las tripas, y el marqués de Cañete se fue al garete, cuando Aguirre despachó a Ursúa de un certero tajo, en el alto Amazonas. Entonces Aguirre era la cólera de Dios; y hoy Aguirre es la pifia de Rajoy. Entonces Aguirre era un aventurero, un conspirador y un sujeto de cuidado; y hoy Aguirre es una dama fina y muy de derechas. Entonces Aguirre se llamaba Lope; y hoy Aguirre se llama Esperanza, y el capitán Ursúa se queda en regidor Gallardón. El casting tampoco da para más.

Qué momentos. Rajoy oculta la pifia bajo el talante, hace juego de naipes y pierde a la Rita, en el tapete de la FEMP, mientras un fantasma recorre Downing Street: Aznar. Aznar escenifica el lobo estepario que aúlla en los confines constitucionales. Y Rajoy es un ilusionista: nadie sabe si sube o baja, si viene o se va, si finge o representa. Cuidado, los ciudadanos podemos escenificar unas elecciones generales y dar papel higiénico por sufragios. Pero papel sin usar, para que lo interpreten del todo.

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