Forges, editorialista
Sabido es que un chiste a veces es o se convierte en todo un editorial. El de Forges del pasado día 19 en el EL PAÍS, en relación con el Día de la Infancia y representando a un niño hablando a su tele y lamentando no ver casi nunca a su padre es un buen ejemplo.
Esa viñeta es un prodigio de concisión, de ternura y de denuncia. Sí, de denuncia del ritmo frenético de vida que mucha gente llevamos, quizás obviando lo fundamental y sin que sea fácil entrever el remedio. Forges, además, me fotografía: salgo de trabajar cada noche a las tantas, como la mayoría de los funcionarios de la Comisi...
Sabido es que un chiste a veces es o se convierte en todo un editorial. El de Forges del pasado día 19 en el EL PAÍS, en relación con el Día de la Infancia y representando a un niño hablando a su tele y lamentando no ver casi nunca a su padre es un buen ejemplo.
Esa viñeta es un prodigio de concisión, de ternura y de denuncia. Sí, de denuncia del ritmo frenético de vida que mucha gente llevamos, quizás obviando lo fundamental y sin que sea fácil entrever el remedio. Forges, además, me fotografía: salgo de trabajar cada noche a las tantas, como la mayoría de los funcionarios de la Comisión Europea, y mi hijo de seis años me ve poco, muy poco, menos que a sus dibujos animados y videojuegos.
Claro que peor es la situación de quienes, queriendo y pudiendo, no encuentran trabajo (otra característica terrible de nuestras sociedades modernas), ni pueden quizás ofrecer a sus hijos su cara amable a falta de un quehacer diario.