Conciencia
Hace dos semanas, aproximadamente, un amigo llegó a mi casa. Traía en sus brazos una perrita pequeña, todavía cachorra. Se la había encontrado por la calle, abandonada. Algo dentro de sí mismo, o quizá una tierna mirada perruna, hizo que la llevase con él.
Al llegar a su casa, dejó a la perrita en el suelo pero su gato, poco amigo de compartir territorio, la atacó sin piedad. "Hay que hacer algo con la perrita, no se puede quedar". Nadie la quería Y preguntando, alguien les indicó una perrera en un pueblo vecino. Se dirigieron allí pero, ¡mala suerte!, no habían firmado el convenio y to...
Hace dos semanas, aproximadamente, un amigo llegó a mi casa. Traía en sus brazos una perrita pequeña, todavía cachorra. Se la había encontrado por la calle, abandonada. Algo dentro de sí mismo, o quizá una tierna mirada perruna, hizo que la llevase con él.
Al llegar a su casa, dejó a la perrita en el suelo pero su gato, poco amigo de compartir territorio, la atacó sin piedad. "Hay que hacer algo con la perrita, no se puede quedar". Nadie la quería Y preguntando, alguien les indicó una perrera en un pueblo vecino. Se dirigieron allí pero, ¡mala suerte!, no habían firmado el convenio y todavía no admitían perros.
De pronto, ¡la solución!, mi casa estaba cerca, allí podía quedarse en espera de la firma, eran 15 días y la sola visión de volver a casa con ella, el gato, las ocupaciones... Nos la trajeron y se fueron. Su conciencia estaba tranquila: Habían recogido a una pobre perrita de la calle. "Su problema" ya no estaba: El gato, las ocupaciones... Y en mi casa se quedó, porque yo tengo conciencia pero también tengo corazón y no puedo dejar que vaya a la "cámara de gas". ¡Viva la conciencia que pone cortinas para no sentir!