COMERCIO

El EPC controlará la fabricación, ubicación y conservación de productos y alimentos

Miguel Ángel Lopera cree que la implantación del sistema en el 100% de los productos tardará unos ocho años

El código de barras no ha conseguido escapar al poder tecnológico. Tras acompañarnos habitualmente durante más de 30 años, identificando prácticamente todos los productos que pasan por nuestras manos, ahora ha envejecido; no alcanza a cumplir las exigencias que la modernidad impone a los productos que pueblan nuestras estanterías. Por eso ya hay quien le está preparando la próxima jubilación.

El Auto-ID Center del MIT presentó el 10 de septiembre en Chicago un nuevo sistema de identificación de productos llamado EPC Network, siglas de Electrónic Product Code. Su objetivo principal es el...

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El código de barras no ha conseguido escapar al poder tecnológico. Tras acompañarnos habitualmente durante más de 30 años, identificando prácticamente todos los productos que pasan por nuestras manos, ahora ha envejecido; no alcanza a cumplir las exigencias que la modernidad impone a los productos que pueblan nuestras estanterías. Por eso ya hay quien le está preparando la próxima jubilación.

El Auto-ID Center del MIT presentó el 10 de septiembre en Chicago un nuevo sistema de identificación de productos llamado EPC Network, siglas de Electrónic Product Code. Su objetivo principal es eliminar errores en las cadenas de fabricación y distribución.

El proyecto está apoyado y financiado por algunos grandes grupos de la distribución mundial, como Wal-Mart, Unilever, Procter & Gamble, Gillette o Kodak, según Miguel Ángel Lopera y José María Bonmatí, directores generales de EAN International y AECOC, respectivamente.

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El EPC nace bajo los auspicios de la EAN, la organización mundial que controla el actual sistema de códigos de barras. Para el proyecto han creado la empresa EPC Global, que desarrollará su estandarización.

El EPC es un sistema de lectura de etiquetas electrónicas con capacidad de comunicación, que es capaz de identificar individualmente cualquier objeto que lo incorpore. Dicho de otra manera un chip con antena por producto que puede ser leído automáticamente por una máquina.

La aplicación que más gráficamente acerca esta tecnología al consumidor es, quizás, la compra en un supermercado. Una vez cargado el carrito, hay que pasar por debajo de un arco lector que incluya automáticamente todos los productos elegidos en una factura y lo cargue en nuestra cuenta corriente. Sin colas y con una perfecta identificación de lo comprado.

Internet de objetos

El EPC, cuyo desarrollo ha costado hasta ahora 16 millones de euros, tiene algo de ciencia ficción: máquinas hablando entre ellas e intercambiando información.

Este sistema combina el uso de Radiofrecuencia de Identificación (Rfid) e Internet. Cada artículo se liga a un chip que incluye una serie de números de identificación, que se puede leer con un aparato de captura electrónica, sin contacto físico ni óptico.

Posteriormente, y gracias a esta serie numérica que actúa como una dirección de la WWW, se puede acceder por Internet a toda la información sobre el producto, lugar y fecha de fabricación, fecha de caducidad, destino..., que se guardan en una gran base de datos, una especie de Internet de los objetos.

Para el futuro se están preparando nuevos tipos de etiqueta que permitan la escritura además de la lectura, y que harán posible actualizar dinámicamente la información del circuito y variar los datos que puedan haber cambiado, como el precio.

El EPC está destinado a ser una gran revolución, sobre todo en los procesos de fabricación y distribución. Las posibilidades que se abren son enormes: controlar los productos perecederos, realizar el inventario de un almacén mediante un rápido escáner, controlar la ubicación de cualquier producto, hacer el seguimiento de un proceso de fabricación, controlar los excedentes y un sinfín más, que se completarán con las aplicaciones que se vayan desarrollando a medida que se extienda esta tecnología.

El español Miguel Ángel Lopera, director general de EAN Internacional, una organización que agrupa ya a 102 países, ve la implantación de este nuevo estándar como una cosa paulatina: "La implantación del sistema EPC en el 100% de los productos puede tardar de siete a ocho años; mientras tanto convivirán ambos sistemas".

En España ya se han puesto en marcha algunas iniciativas en la implantación de este nuevo estándar en los sectores de productos frescos y de productos reutilizables, según José Mª Bonmatí, director general de AECOC.

El proceso de puesta en marcha está previsto en tres fases. En la primera se están realizando pruebas de logística y almacenamiento, los proveedores ya han estado rastreando sus productos desde las fábricas hasta los almacenes; ahora se trata de que algunos lleguen a las estanterías comerciales.

Las pruebas masivas están previstas para el año 2005; para entonces la norteamericana Wal-Mart, la mayor cadena mundial de supermercados, ha pedido a sus 100 principales clientes que identifiquen sus productos mediante chips con Rfdi. El Departamento de Defensa del Estados Unidos ha anunciado lo mismo a todos sus proveedores.

En la segunda fase se incorpora el chip en productos de consumo de alto valor, como electrodomésticos, y en productos que suelen ser robados en los puntos de venta; Gillette, por ejemplo, ha comprado 500 millones de unidades. La tercera fase sería la de la implantación total.

Nuevas frecuencias

El principal problema que presenta esta propuesta es que no funcionará a pleno rendimiento si no es a nivel mundial y en la mayoría de productos. Las frecuencias de radiotransmisión son distintas en los diferentes países, lo que obligará a adecuar algunas normativas nacionales, cuestión que está siendo estudiada por una comisión de EPC Global que ya ha apuntado algunas soluciones, como cambiar las frecuencias en algunos países y crear lectores que reciban varias frecuencias distintas.

Respecto a la extensión del sistema a la mayor cantidad de productos posible, el principal obstáculo es el precio. Un chip con antena siempre será más caro que una etiqueta impresa autoadhesiva.

La enorme cantidad de chips necesarios permitirá la rebaja del precio. Actualmente cuestan entre 15 y 20 céntimos, pero está previsto que en el año 2004 bajen a los 5 céntimos, que aún no es un precio lo suficientemente barato como para incluirlo en, por ejemplo, chicles, y aún más pensando que el código de barras impreso en el embalaje de cualquier producto no tiene coste. El tamaño no será un problema, los chips que se fabrican hoy miden entre uno y dos milímetros, y se seguirán reduciendo.

Sin embargo, no todos ven esta tecnología como un conjunto de ventajas. Desde que se hizo pública la iniciativa se han oído voces discrepantes. En la misma McCornick Place de Chicago donde se presentó esta tecnología, ya se produjeron manifestaciones de grupos defensores de la privacidad. Estos colectivos, como el grupo anti-Rfid Caspian, aseguran que los chips electrónicos ofrecen a los comerciantes, gobiernos o delincuentes muchas oportunidades para violar la intimidad de los compradores.

Desde la EAN se ha creado un grupo de estudio para afrontar el problema. En Alemania la cadena de supermercados Metro está desarrollando conjuntamente con IBM un dispositivo que desactive las etiquetas al salir de la tienda. Esta cadena cuenta desde mayo con un supermercado abierto que incorpora el estándar EPC.

Otro grupo que ha mostrado sus discrepancias es el de los proveedores de grandes centros de venta. Algunos de ellos han manifestado, discretamente, su oposición a asumir el coste del desarrollo y la instalación de las etiquetas Rfid y a que esto se haga bajo presión.

Un lector escaneando un código de barras.CARMEN SECANELLA
Miguel Ángel Lopera, director general de EAN Internacional, y José María Bonmatí, director general de AECOC.CARMEN SECANELLA

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