Un espacio para el encuentro y regocijo de los inmigrantes

Husein A. es marroquí y lleva 13 años en España. Está casado y busca empleo afanosamente. Durante el Ramadán, sale de su residencia en el centro de Madrid y llega a la mezquita de la M-30 a cumplir con los preceptos del islam, pero, además de eso, a encontrarse con sus amigos. Es otra más de sus motivaciones.

"En el Ramadán, uno quiere estar cerca de todas las personas. Nos entretenemos, hablamos de lo que nos pasa, de nuestros problemas y alegrías. A veces conversamos de los incovenientes que tenemos como inmigrantes". En Madrid residen unos 50.000 árabes, entre marroquíes, argelinos, ...

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Husein A. es marroquí y lleva 13 años en España. Está casado y busca empleo afanosamente. Durante el Ramadán, sale de su residencia en el centro de Madrid y llega a la mezquita de la M-30 a cumplir con los preceptos del islam, pero, además de eso, a encontrarse con sus amigos. Es otra más de sus motivaciones.

"En el Ramadán, uno quiere estar cerca de todas las personas. Nos entretenemos, hablamos de lo que nos pasa, de nuestros problemas y alegrías. A veces conversamos de los incovenientes que tenemos como inmigrantes". En Madrid residen unos 50.000 árabes, entre marroquíes, argelinos, sirios, palestinos, libios y libaneses, que se dedican, en su gran mayoría, a trabajos en la construcción y la hostelería. Durante el Ramadán, unas 500 personas aproximadamente se reúnen todos los días en el Centro Cultural Islámico, un espacio amplio y luminoso de 13.000 metros cuadrados, al servicio del millón de musulmanes que hay en España.

La institución, inaugurada el 21 de septiembre de 1992, y sostenida económicamente por la Liga del Mundo Islámico, cuenta con un colegio, una biblioteca, dos salas de exposiciones y un salón de actos, y ofrece el ambiente indispensable para el regocijo de los fieles. Su construcción, a cargo de la empresa española Dragados, arrancó en 1987, tardó dos años y tuvo un coste de 20 millones de dólares. Dragados resultó favorecida en un concurso internacional en el que participaron unos 450 estudios de arquitectura para el diseño del centro. Los diálogos entre semejantes abundan por sus pasillos durante estos días. "Todo lo que hagas en el Ramadán tiene una doble recompensa", apunta Husein A., quien califica de "mala racha" el sufrimiento de sus correligionarios en las guerras de Irak y Afganistán. "Aquí revivimos todo lo que se ha perdido, nos fortalecemos".

Al caer la noche, Husein A. retorna a casa, bebe alguna sopa y espera con paciencia un trabajo digno que mejore sus condiciones de vida. "Entre más le pidas a Dios, él estará más cerca de ti", dice.

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