Reportaje:

El ex juez tropieza en la misma piedra

Ventura Pérez Mariño revive en la alcaldía de Vigo su turbulento paso por la política como diputado del PSOE

Aún no se habían cumplido sus primeros 100 días de alcalde cuando Ventura Pérez Mariño confesó al Faro de Vigo: "Vivo el cargo con ciertas dosis de angustia. Conseguir que esta ciudad marche es más difícil de lo que pensaba". Por segunda vez en su vida, el jurista que empezó en el despacho de Enrique Tierno Galván, que llegó a juez de la Audiencia Nacional y que mandó a la cárcel a Mario Conde ha tropezado con la piedra de la política. Su primera experiencia no pudo acabar peor. En 1993, junto a su amigo y colega Baltasar Garzón, fue elegido como independiente en las listas del PSOE al ...

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Aún no se habían cumplido sus primeros 100 días de alcalde cuando Ventura Pérez Mariño confesó al Faro de Vigo: "Vivo el cargo con ciertas dosis de angustia. Conseguir que esta ciudad marche es más difícil de lo que pensaba". Por segunda vez en su vida, el jurista que empezó en el despacho de Enrique Tierno Galván, que llegó a juez de la Audiencia Nacional y que mandó a la cárcel a Mario Conde ha tropezado con la piedra de la política. Su primera experiencia no pudo acabar peor. En 1993, junto a su amigo y colega Baltasar Garzón, fue elegido como independiente en las listas del PSOE al Congreso de los Diputados y sólo dos años después se marchó reclamando la dimisión de Felipe González. Pero el equipo de Rodríguez Zapatero volvió a tentarlo, y él, que se había refugiado en Vigo, su ciudad natal, para ejercer de abogado, cedió otra vez a la seducción. Ahora es el alcalde de Vigo. Y los torbellinos de la política amenazan de nuevo con tragárselo.

Pérez Mariño no podrá decir que no estuviera sobre aviso. Vigo no es sólo una urbe de 300.000 habitantes, la más poblada de Galicia, con un tráfico asfixiante y un urbanismo tan demencial que hasta ha servido de alimento a tesis doctorales. Vigo, una ciudad de gran pujanza económica y de fecunda cosecha artística, ha sido también un municipio virtualmente ingobernable desde 1979. Incluso cuando el PP logró, en 1995, la única mayoría absoluta registrada en ese municipio, el Ayuntamiento vivió sacudido por las reyertas internas. "Aquí se han ensayado todas las fórmulas de gobierno, excepto la de su supresión", ironizaba hace unos días el columnista local Ánxel Vence.

Como en 1993, también en esta ocasión el ex juez se subió a la política en medio de una galerna. Entonces se trataba de un PSOE asediado por los casos de corrupción. Ahora, de un municipio que había vivido cuatro crispados años bajo una coalición, encabezada por el BNG y cuyo socio minoritario, el ex alcalde del PSOE Carlos Príncipe, ejerció, según diagnóstico casi unánime, como el más eficaz opositor al gobierno del que él formaba parte. Príncipe se había hecho fuerte entre la militancia local, y las direcciones gallega y federal del PSOE tuvieron que disolver la ejecutiva viguesa para imponer una gestora que aceptase a Pérez Mariño para la alcaldía.

Difícil convivencia

El ex juez salió robustecido de las urnas. Aunque el PP fue la formación más votada, con Pérez Mariño se recuperó el voto socialista y superó al BNG. El Bloque, escocido por la derrota y que veía con desconfianza la figura de Pérez Mariño, poco afecto al nacionalismo, se atuvo a los pactos globales con el PSOE. Lo apoyó para la alcaldía y, de mala gana, aceptó formar un gobierno de coalición. Pero tras el pleno donde Pérez Mariño tomó posesión, los concejales del BNG se negaron a acompañarle en una visita por las dependencias municipales.

En una ciudad hastiada de los cabildeos del Ayuntamiento, el estilo poco político de Pérez Mariño, que pasó por la campaña electoral sin criticar a nadie y negándose a entrar en la subasta de las promesas, despertó esperanzas en muchos sectores. En el Ayuntamiento implantó una austeridad monacal y se bajó el sueldo un 10%, pese a la oposición del PP y de sus mismos socios. Intentó instaurar una reunión diaria de todos los concejales a las ocho de la mañana, pero los del BNG también se negaron. Ninguna de las dos partes parecía sentirse cómoda en aquel gobierno. Pérez Mariño se quejaba del escaso compromiso de sus aliados, y éstos le acusaban de personalismo. Cuando el BNG logró, con el apoyo del PP, imponer la continuidad del gerente de urbanismo nombrado en el anterior mandato, Pérez Mariño se vistió la toga de impartir justicia y expulsó de su gobierno a los nacionalistas.

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Diez años después de enfrentarse a González, el ex juez vuelve a ser un problema para el PSOE. El BNG exige que dimita y, en caso contrario, anuncia el fin de su alianza con los socialistas en el resto de Galicia. El PSOE no va a entregar su cabeza. Pero justo ahora que el PP debe enfrentar el relevo de Fraga, el acuerdo entre socialistas y nacionalistas, la única alternativa posible en Galicia, hace agua. "Ventura tiene que entender que esto va más allá de Vigo y que en política hay que saber encajar. El partido está con él, pero tiene que sacarnos de este lío", afirma, preocupado, un veterano alcalde socialista.

Ventura Pérez Mariño.

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