Columna

¡Jo, mire usted!

¡Jo, el otro día nos dieron las notas y papá se enfadó muchísimo! Nos preguntó al canijo y a mí cuál era la razón de que nos hubiésemos aplicado tan poco durante el trimestre, y yo, que era el portavoz, le contesté: "Mire usted, el trimestre no ha sido bueno por razones que van más allá de la Game boy y de los dibujos animados de Chin Chán. Mire usted, debería asumir de una vez por todas su propia responsabilidad en la educación de sus hijos, y no estar criticándonos constantemente de una forma oportunista y demagoga cada vez que traemos las notas, como si usted fuera el niño y nosotros los ad...

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¡Jo, el otro día nos dieron las notas y papá se enfadó muchísimo! Nos preguntó al canijo y a mí cuál era la razón de que nos hubiésemos aplicado tan poco durante el trimestre, y yo, que era el portavoz, le contesté: "Mire usted, el trimestre no ha sido bueno por razones que van más allá de la Game boy y de los dibujos animados de Chin Chán. Mire usted, debería asumir de una vez por todas su propia responsabilidad en la educación de sus hijos, y no estar criticándonos constantemente de una forma oportunista y demagoga cada vez que traemos las notas, como si usted fuera el niño y nosotros los adultos. Mire usted, no estamos dispuestos a tolerar que se nos presione de esa forma, y se nos impida seguir haciendo nuestro trabajo con normalidad". Yo creo que me quedó estupendamente, pero, por si acaso, al final añadí: "Mire usted-Mire usted-Mire usted".

Papa me miró, pero no como un hombre que participa en un debate de una forma civilizada, sino con unos ojos muy abiertos. "¿Me estás vacilando?", dijo, y añadió: "¿Me tomas por imbécil?". Yo me mantuve firme en mi posición, y le contesté: "Mire usted: nosotros no nos vacilamos de nadie. Repito: no nos vacilamos de nadie. ¡Son ustedes los que se empeñan en exaltar los ánimos y fastidiar la convivencia! ¡No les importa la estabilidad de la familia! Mire usted: su espíritu aleatorio y poco dialogante no nos va a llevar por buen camino. Mire usted". En ese momento, a mi hermano el pequeño le entró la risa, pero una sola mirada de papá bastó para que se atragantase con el caramelo que escondía en el carrillo.

Por lo visto, a papá no le estaba gustando mi forma de expresar la coyuntura, así que me decidí a jugármelo todo a una sola carta: "Mire usted: usted no va a clase. Seguramente, no se acuerda ni de hacer una raíz cuadrada. No nos ha demostrado aún tener argumentos justificados para acusarnos de negligentes. ¡Primero aprenda a hacer la raíz cuadrada! ¡Primero solucione los problemas de las oraciones subordinadas! ¡Primero dígame si se sabe de memoria los afluentes del Guadalquivir! ¡Claro, es muy fácil, desde la oposición paterna, criticar nuestra labor, de una forma irresponsable y poco solidaria! ¡Lo difícil es reconocer que ustedes no pueden aportar soluciones, porque no tienen un programa serio para atajar el problema!". Mientras decía esto, le tendí nuestros cuadernos: "¡Muéstreme que es usted capaz de calcular a qué hora se va a cruzar un tren que sale de Madrid con otro que sale de Barcelona un cuarto de hora más tarde, pruebe que es apto para terminar el ejercicio de caligrafía del enano, y entonces podremos empezar a hablar! De lo contrario, consideraré que no tiene razones sólidas para echarnos la bronca".

Cuando nos fuimos a la cama, papá ya había acabado la página de caligrafía, pero se había atascado con lo de los trenes, y mamá le estaba ayudando. Antes de dormirnos, el canijo me preguntó: "¿Cómo se llamaba eso que dices que nos ha librado del castigo?". "Lenguaje político, bobo", le contesté, "lenguaje político".

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