Análisis:FÚTBOL | Liga de Campeones

Memoria del 66

Llega el Partizán al Bernabéu y regresa a la memoria del madridismo la victoria en la sexta Copa de Europa, la protagonizada por el equipo ye yé, sucesor del equipo que acaudilló Di Stéfano. Será un día de homenaje a una generación que fue hegemónica en el fútbol español, pero que no alcanzó la plenitud prevista en Europa. Aquella final de 1966 fue el indiscutible éxito de Amancio, Velázquez y Pirri, núcleo del Madrid que atravesó el final de los años sesenta y el arranque de los setenta. Aparecieron con una ventaja y un lastre. El Madrid era el equipo más prestigioso de Europa, faro de...

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Llega el Partizán al Bernabéu y regresa a la memoria del madridismo la victoria en la sexta Copa de Europa, la protagonizada por el equipo ye yé, sucesor del equipo que acaudilló Di Stéfano. Será un día de homenaje a una generación que fue hegemónica en el fútbol español, pero que no alcanzó la plenitud prevista en Europa. Aquella final de 1966 fue el indiscutible éxito de Amancio, Velázquez y Pirri, núcleo del Madrid que atravesó el final de los años sesenta y el arranque de los setenta. Aparecieron con una ventaja y un lastre. El Madrid era el equipo más prestigioso de Europa, faro del fútbol por obra de Di Stéfano y las estrellas que le acompañaron en la aventura, pero también era un equipo nuevo, sometido a enormes exigencias, con apenas Gento como eslabón de enganche entre las dos generaciones. La victoria frente al Partizán certificó el final de una época, con el valor añadido de producirse con rapidez. Di Stéfano había abandonado el Madrid dos años antes, tras la derrota frente al Inter en Viena, y una insuperable sensación de vacío se apoderó del club y de los aficionados.

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Al equipo ye yé le tocó cerrar heridas y abrir un nuevo periodo. Todos los jugadores del equipo eran españoles, circunstancia que no se produjo ni antes ni después en los éxitos del Madrid ni del Barcelona en la Copa de Europa. Fue, por tanto, un éxito desacostumbrado en un fútbol que tantas veces ha lamentado el fracaso de la selección en los Mundiales. Eran futbolistas más que notables, con rasgos del viejo Madrid en la generosidad de gente como Grosso, en la autoridad que comenzaba a emanar del joven Pirri, en la clase exquisita de Velázquez y en la extraordinaria habilidad de Amancio. Junto a ellos, Gento se negaba a declinar. Todavía le quedaba juego y una buena punta de velocidad.

El Madrid ye yé tuvo la virtud de hacer instantánea la transición con el memorable equipo anterior. Sin embargo, nunca pudo sacarse de encima el peso de lo que significó el Madrid de Di Stéfano, el que colocó Europa como desafío obsesivo del club. La victoria frente al Partizán no tuvo continuación en la Copa de Europa, hasta el punto de convertirse en una referencia casi dañina para los aficionados, que esperaron 32 años para celebrar el séptimo triunfo en la competición más prestigiosa del fútbol. Aquel Madrid terminó por refugiarse en los campeonatos domésticos, donde tuvo una carrera intachable. Pero la historia del club está conectada irremediablemente a la Copa de Europa y los nombres de Pirri, Velázquez, Amancio, De Felipe, Sanchis o Serena remiten de inmediato a aquel partido de Bruselas, frente al Partizán, representante de la gran escuela yugoslava. Después de 37 años vuelven a verse. No es la final. No es el notable Partizán que sembró de jugadores las mejores Ligas europeas. Tampoco es el Madrid nativo de entonces. Sin embargo, el partido devuelve a la memoria aquel enfrentamiento y sus protagonistas, muchos de los cuales permanecerán para siempre en el olimpo madridista.

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