Columna

Marte

El viernes pasado se celebró el Día Mundial contra la Miseria. No nos enteramos demasiado, porque la cosa salió poco en los periódicos. La miseria no vende, la miseria no luce, la miseria ni siquiera da origen a un sentimiento placenteramente épico, como sucedió con la oposición a la guerra de Irak. La miseria de los demás es un fastidio que nos come los pies, que incomoda nuestro bienestar de ciudadanos ricos. Es el mundo en la sombra, el envés de la vida.

Sin embargo, en la Europa opulenta y feliz hay sesenta millones de personas por debajo del nivel de la pobreza, lo que quiere decir...

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El viernes pasado se celebró el Día Mundial contra la Miseria. No nos enteramos demasiado, porque la cosa salió poco en los periódicos. La miseria no vende, la miseria no luce, la miseria ni siquiera da origen a un sentimiento placenteramente épico, como sucedió con la oposición a la guerra de Irak. La miseria de los demás es un fastidio que nos come los pies, que incomoda nuestro bienestar de ciudadanos ricos. Es el mundo en la sombra, el envés de la vida.

Sin embargo, en la Europa opulenta y feliz hay sesenta millones de personas por debajo del nivel de la pobreza, lo que quiere decir que ganan menos que la mitad de la renta per cápita. Tan sólo en España son ocho millones; y dentro de ese vasto batallón de necesitados hay muchos, demasiados, que se encuentran atrapados dentro de la miseria más extrema. El Movimiento Cuarto Mundo presentó la semana pasada un libro que recoge las opiniones de estas personas que nunca han sido escuchadas: por eso el volumen se titula La voz de los que luchan contra la pobreza. Leerlo es como viajar a Marte, con el agravante de que Marte está a la vuelta de la esquina. En el centro de Madrid se vive sin agua, en condiciones de brutal hacinamiento, en la marginalidad más absoluta. Y en las chabolas de los extrarradios la realidad es un pudridero. Conchi y Mari Cruz, que proceden de ese mundo carente y extremo, vinieron a contar sus experiencias en un desayuno con la prensa: "Estos cruasanes que tenéis sobre la mesa y que no habéis tocado... Hay gente que luego escarba en las basuras para recoger lo que habéis tirado". Y esos niños que son marginados y maltratados en los colegios porque no van del todo limpios, porque tienen los pantalones rotos: "Beckham va con los vaqueros rajados y es la moda, pero a nuestros niños los echan de la clase". Quieren un trabajo y una vivienda digna, pero sobre todo lo que quieren es ser oídos, existir, ser respetados. Porque lo peor es la humillación de ser invisibles, o, como dice hermosamente Conchi, de ser "ignorados e ignorantes". En mitad de la campaña electoral madrileña y de las majaderías de los políticos, convendría organizar a los candidatos un tour por lo real. Esto es, por Marte.

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