Cartas al director

La caja de Pandora

Celebro que las autoridades sanitarias hayan decidido decir la verdad sobre ciertos hábitos: fumar puede matar, dejarte estéril, perjudica mucho a los demás, provoca cáncer, etcétera. Soy fumador y agradezco -espeluznado- que de una vez por todas hayan caído los velos que impedían la verdad, y que con gran crudeza me digan de qué me voy a morir: ¡envenenado! Bueno es saberlo.

Por lo mismo espero que esta cruzada contra lo que es pernicioso, esta sinceridad última y responsable del Estado no se acabe aquí y empiece a revelar también la verdad sobre otras cosas. Por ejemplo: sobre el hábi...

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Celebro que las autoridades sanitarias hayan decidido decir la verdad sobre ciertos hábitos: fumar puede matar, dejarte estéril, perjudica mucho a los demás, provoca cáncer, etcétera. Soy fumador y agradezco -espeluznado- que de una vez por todas hayan caído los velos que impedían la verdad, y que con gran crudeza me digan de qué me voy a morir: ¡envenenado! Bueno es saberlo.

Por lo mismo espero que esta cruzada contra lo que es pernicioso, esta sinceridad última y responsable del Estado no se acabe aquí y empiece a revelar también la verdad sobre otras cosas. Por ejemplo: sobre el hábito de la televisión. Tal vez deberían poner un cartel explicativo, visible, al inicio de muchos programas, en el que se especificara claramente las consecuencias de su consumo: "Si te tragas este programa puedes acabar"... no sé... ¿imbécil?

Eso es... ¡Sin miedo! No vayamos a pararnos en el tabaco, que la televisión también es altamente tóxica (al igual que el alcohol y otras drogas -asimismo reguladas por el Estado-). Creo que convendría que se supiera: la televisión es adictiva, perjudica seriamente la salud y es una sangría para el erario público: RTVE, esa tremenda sopa de bobadas, tiene una deuda acumulada de 6.860 millones de euros, o sea, el equivalente a un 1% del PIB. ¡Qué despilfarro! ¡Qué locura! Deberían poner letreros preventivos: "La televisión contiene televisina, muchos de sus programas inducen al pensamiento binario -bueno/malo-, reducen la capacidad de percepción de las cosas, obvian valores básicos de la civilización (el respeto al prójimo, el derecho al honor), muchos de sus contenidos son zafios, bárbaros y estúpidos, contiene publicidad persecutoria, y puede generar graves malformaciones en la personalidad futura de niños y adolescentes. ¿A qué esperan las autoridades sanitarias para indicarlo en las pantallas? Y luego, que cada cual asuma sus propios riesgos.

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