El final de la incertidumbre

Babcock Borsig España busca en Ultramar y ATB su privatización definitiva

En Babcock Borsig España nadie se fía. Encara su privatización definitiva con dos comparadores: la austríaca ATB y la anglomexicana Ultramar. A finales de este mes o primeros de octubre las dos empresas deben presentar una oferta definitiva. En ambos casos los trabajadores de la firma de bienes de equipo vizcaína saben que se va a producir un nuevo recorte de personal.

Hace casi dos años la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) cerró la privatización de Babcock & Wilcox con sorpresa. Parecía que la estadounidense McDermott iba a llevarse la firma pública ...

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En Babcock Borsig España nadie se fía. Encara su privatización definitiva con dos comparadores: la austríaca ATB y la anglomexicana Ultramar. A finales de este mes o primeros de octubre las dos empresas deben presentar una oferta definitiva. En ambos casos los trabajadores de la firma de bienes de equipo vizcaína saben que se va a producir un nuevo recorte de personal.

Los dos compradores potenciales deben ampliar su oferta antes de fin de mes a las filiales Isotron y Babcock Montajes

Hace casi dos años la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) cerró la privatización de Babcock & Wilcox con sorpresa. Parecía que la estadounidense McDermott iba a llevarse la firma pública y en menos de una semana se la llevó la alemana Babcock Borsig. Abandonada por la fortuna Babcock vio como su nueva matriz entraba en suspensión de pagos a los ocho meses de la venta.

Borsig adquirió una compañía sin deudas, con unos fondos propios de 150,25 millones de euros por 45 millones, y se comprometía a mantener la plantilla cinco años, a realizar transferencias de tecnología y a invertir 135,23 millones en cinco años. Todo quedó parado con la suspensión de pagos.

En el proceso de crisis y privatización quedaron 1.274,15 millones de euros de dinero público (incluidas la pérdidas de los últimos cinco años) y se salvaron 673 trabajadores. Aunque la responsabilidad teórica de la venta corresponde al accionista, la alemana Borsig, la realidad es que es la SEPI la que lleva las riendas del proceso.

Las ayudas autorizadas por la Comisión Europea para la empresa vasca están suspendidas, pendientes de un nuevo propietario que sea capaz de llevar adelante el plan industrial pactado en la privatización. Así, la SEPI es la que ha elegido a los candidatos, Ultramar y ATB, y es la SEPI la que tomará finalmente la decisión, que posteriormente deberá ser refrendada en Bruselas.

En el fondo se trata de saber si cumple los criterios de transferencia de tecnología y de inversión. Los dos candidatos son empresas en fase de crecimiento rápido y los dos insisten en que quieren impulsar el negocio de la firma española. El Grupo ATB está desarrollando una intensa campaña de comunicación que incluye entrevistas con políticos y sindicatos. Creen que su opción sería mejor vista por Bruselas al ser una firma austriaca. Con menor presencia pública la familia mexicana Rivero, propietaria de Ultramar, cuenta con la misma ventaja, ya que la sede social de su empresa está en londres.

La transferencia de tecnología a los dos ofertantes es clave para el futuro de la empresa, según el criterio que tanto SEPI como los sindicatos, han sostenido. Los trabajadores mantienen una duda sobre ambos y una resignación sobre el ajuste laboral; consideran que éste es el último tren para la empresa vasca. Desde ATB se apuesta por la tecnología propia y desde Ultramar por mantener una política abierta y comprar tecnología de terceros. Pese a las dudas, fuentes del sindicato mayoritario en la empresa, UGT, muestran sus preferencias por el grupo austríaco. La segunda central, CC OO, más crítica, cree que ninguna opción es satisfactoria.

La propuesta de Ultramar se basa en la apuesta de este grupo, nacido apenas hace dos años de entrar en Europa. Empezaron con una ingeniería y cuenta ya con varias firmas. Actualmente mantiene abiertas negociaciones con Borsig para comprar otras firmas del grupo en suspensión de pagos. De hecho, intentaron hacerse con la cabecera. Su propuesta dicen que cuenta con capacidad financiera, elemento esencial en el mercado de bienes de equipo, ya que son proyectos a largo plazo y llave en mano. De hecho, quieren que sea Babcock la cabeza del grupo en este tipo de proyectos; que de la empresa cuelguen filiales en las que pueda haber un socio estratégico. Su objetivo es utilizar su red actual en México, Canada, EE UU, Alemania, Brasil, Ecuador, China, Suráfrica y Filipinas para impulsar las actividades de la española (Gráfico).

ATB es un grupo industrial también en fase de fuerte crecimiento, con una plantilla de 3.500 empleados, y con una facturación de 600 millones de euros. Como prueba de su potencial de crecimiento, además de su ingeniería y empresas propias, ATB recuerda que es el socio de referencia, con el 19,5% del Va Tech, empresa que factura 4.000 millones de euros y cuenta con una plantilla de 17.000 empleados. Un portavoz de la empresa asegura que está dispuesta a acudir a la privatización de la parte pública de este grupo austriaco.

El plan industrial quiere especializar la empresa en actividades de ingeniería, mecánica de precisión y servicios, manteniendo una capacidad adecuada para la fabricación de equipos industriales pesados. Para lo cual proponen una inversión de en cinco años de 76 millones de euros. La idea de ATB es que Babcock sea una empresa plenamente integrada, pero con capacidad de evolución propia, con preferencia para los mercados de España, Portugal, Norte de África y Centroamérica.

En cualquier caso, las dos empresas tienen por delante el desafío de incluir en su oferta a las dos filiales que hasta hace una semana parecían iban a ser compradas por ACS, Isotron (de ingeniería) y Babcok Montajes. Lo saben, lo aceptan y así lo exige la SEPI.

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