Reportaje:TENIS | Semifinales de la Copa Davis

Una caldera con 14.000 forofos

Los aficionados, 1.600 de ellos argentinos, han hecho de la cancha un estadio de fútbol con sus gritos, sus cánticos, sus trompetas y sus tambores

El espectáculo fue completo. Más que lo que ofrecieron los tenistas en la pista, lo que ayer causó sensación fue la pasión con que el partido de dobles se vivió en las gradas. Allí estaban los 14.000 aficionados que las llenan cada día chillando, cantando al son de las trompetas y los tambores, aplaudiendo o silbando, con todo el cargamento de mensajes de sus pancartas y convirtiendo el pabellón Martín Carpena, de Málaga, más en un estadio de fútbol que en una cancha de tenis.

La Copa Davis lo transforma todo. Un ambiente similar es impensable en cualquier otro torneo a pesar de que sus...

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El espectáculo fue completo. Más que lo que ofrecieron los tenistas en la pista, lo que ayer causó sensación fue la pasión con que el partido de dobles se vivió en las gradas. Allí estaban los 14.000 aficionados que las llenan cada día chillando, cantando al son de las trompetas y los tambores, aplaudiendo o silbando, con todo el cargamento de mensajes de sus pancartas y convirtiendo el pabellón Martín Carpena, de Málaga, más en un estadio de fútbol que en una cancha de tenis.

La Copa Davis lo transforma todo. Un ambiente similar es impensable en cualquier otro torneo a pesar de que sus escenarios sean capaces de albergar incluso a 23.000 espectadores, como ocurre en el Open de Estados Unidos, o 15.000, como en Roland Garros y el Open de Australia. En esas citas nunca se produce un estallido de sentimientos similar al que se vive en la Davis, al fin y al cabo una competición por equipos, nacionalista. Y más en una eliminatoria como la que enfrenta a Argentina y España, que a lo competitivo une los sentimientos de dos países unidos por múltiples lazos.

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Desde 1926 no se había producido tal enfrentamiento. En todos los ambientes existía interés en que se produjera. Alrededor de 600 argentinos han aprovechado la ocasión para viajar a España.Esa cifras de seguidores no es habituales en el tenis. Pero muchos de ellos se han desplazado atraídos más por los vínculos familiares que por el propio espectáculo tenístico. A ellos se les han unido otros 1.000 instalados ya en España y que han comprado sus entradas en las taquillas.

"Gallegos y argentinos", dice una pancarta. "La logia de Buenos Aires", "Acá con Vos", "Sol y Gastón, Mar del Plata", "Argentina San Juan", "Bariloche", "Siempre en la Davis, Río Cuarto"..., agregan otras. Y en el bando español, mensajes distintos: "Vamos a por la segunda

[en referencia a la Ensaladera]", "Hasta luego Lucas... Gastón, Mariano y Agustín [los nombres de los jugadores suramericanos]. La Davis es nuestra", "Mérida con la Armada Invencible"...

No llegó a haber crispación en las gradas, pero el clima se enrareció a medida que el partido entraba en sus momentos decisivos. Cuando Albert Costa y Àlex Corretja se encresparon en la discusión de una bola que suponía una doble falta del leridano y situaba a los españoles con una desventaja de 5-2 en la tercera manga, el público entró de lleno en el tema. La pitada fue sonora para el árbitro, los jugadores argentinos, que reclamaban el punto, y los españoles. "El árbitro se equivocó. El saque era malo, pero nos lo quitaron porque Arnold tuvo la intención de jugar la pelota", explicó Gustavo Luza, el capitán argentino.

"Es cierto que muchas veces el partido se paró por culpa de las canciones, la ola, las palmas, increíbles, y que todo fue muy pasional", comentó Corretja, que en muchas ocasiones intentó con sus gestos implicar más aún al público en el partido; "a veces esto puede descentrarte, pero el ambiente que se vivió fue fantástico. Ojalá lo tuviéramos siempre". "Oímos a los nuestros", agregó Luza; "tanto los jugadores como yo estábamos muy metidos en el partido. No eran muchos en la pista, pero se hacían oír. Su aliento fue indispensable para logra la victoria".

Aficionados argentinos animan a sus jugadores en el pabellón Martín Carpena, de Málaga.EFE

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