Tribuna:

Pasado, presente y futuro de TV-3

Precisamente ahora, cuando Jordi Pujol inicia ya la recta final de su largo mandato como presidente de la Generalitat, la celebración del vigésimo aniversario de la primera emisión de pruebas de TV-3 nos recuerda que la creación de la radiotelevisión autonómica constituye la más importante labor llevada a cabo por los sucesivos gobiernos de la Generalitat. TV-3 -y con ella me refiero también a los restantes servicios de la Corporación Catalana de Radio y Televisión (CCRTV), desde la también ya veterana Catalunya Ràdio hasta el ahora naciente canal 3/24 de información ininterrumpida, pasando po...

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Precisamente ahora, cuando Jordi Pujol inicia ya la recta final de su largo mandato como presidente de la Generalitat, la celebración del vigésimo aniversario de la primera emisión de pruebas de TV-3 nos recuerda que la creación de la radiotelevisión autonómica constituye la más importante labor llevada a cabo por los sucesivos gobiernos de la Generalitat. TV-3 -y con ella me refiero también a los restantes servicios de la Corporación Catalana de Radio y Televisión (CCRTV), desde la también ya veterana Catalunya Ràdio hasta el ahora naciente canal 3/24 de información ininterrumpida, pasando por el 33, Catalunya Música, Catalunya Informació y Catalunya Cultura, así como por los canales por satélite o a través de Internet- va a quedar como la obra de gobierno más trascendental de cuantas Pujol ha llevado a cabo.

Viví la puesta en marcha de TV-3, y pocos meses antes ya la de Catalunya Ràdio, no sólo con la misma ilusión que tantos otros catalanes, sino también como miembro del Consejo de Administración de la CCRTV, del que formé parte desde su fundación, en junio de 1983, y durante más de 13 años, hasta finales de 1996. De entonces para acá he seguido vinculado a las emisoras de la CCRTV, como colaborador, y he seguido con interés su evolución. No creo pecar de exagerado al afirmar que TV-3, y con ella los restantes servicios de la radiotelevisión pública de Cataluña, ofrece un balance globalmente positivo, a pesar de sus indudables errores y de algunas carencias, que en algunos aspectos pueden lastrar o hipotecar su futuro.

Más allá de las consabidas y en no pocas ocasiones más que justificadas críticas acerca de su parcialidad informativa -inevitables, al parecer, en un sistema de radiotelevisión pública como el existente en España, de excesiva dependencia del Gobierno de turno-, lo cierto es que, sobre todo en la actualidad pero de algún modo ya desde la misma puesta en marcha de sus emisiones regulares, los contenidos de TV-3 constituyen prácticamente ya la única excepción significativa en un panorama televisivo como el español, cada vez más desolador y lamentable, cuando no ya simplemente bochornoso.

En una inteligente combinación de contenidos propios del servicio público con otros mucho más intrascendentes y ligeros, de pura y simple diversión o entretenimiento, y sin caer casi nunca en la basura televisiva al uso y abuso en nuestro país desde hace ya algunos años, TV-3 ha sabido conectar con su público y alzarse con el liderazgo de la audiencia, actuando como un muy importante elemento cohesionador del conjunto de la sociedad catalana y contribuyendo de modo fundamental y decisivo a la imprescindible normalización lingüística de Cataluña. Sin olvidar ni menospreciar la importante labor desarrollada en este sentido por otros medios de comunicación, y de modo muy especial por TVE incluso con anterioridad, es evidente que el panorama lingüístico actual de Cataluña se explica sobre todo por la existencia de TV-3 y por su sostenido éxito de audiencia. Tras dejar atrás un cosmopolitismo provinciano utilizado en exceso al principio mediante el recurso fácil de la emisión de algunas de las más grandes series de producción estadounidense, la producción propia de TV-3, tanto en ficción como en documentales, en reportajes y en todo tipo de programas, ha sido la principal clave de sus ininterrumpidos éxitos de audiencia de los últimos años.

No obstante, está claro que TV-3 sigue todavía pendiente de superar otros retos de futuro no menos importantes en gran parte de los contenidos de sus programaciones. Por ejemplo, sigue a la espera su imprescindible contribución a la difusión y divulgación de la muy rica y diversa realidad social, cultural, económica y política de Cataluña, tanto al resto de España como a todo el mundo, mediante emisiones concebidas especialmente para ello y realizadas, como es obvio, en lenguas distintas al catalán, así como la venta y el intercambio de programas de estas características con otras cadenas, tanto españolas como extranjeras. Todo esto, unido a la ampliación y mejora de espacios regulares en las programaciones habituales de TV-3 y de las restantes emisoras de la CCRTV que contribuyan no sólo a la normalización lingüística sino también a la normalización

cultural del país, deberá ser uno de los principales retos de los futuros gestores de la radiotelevisión pública nacional de Cataluña.

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Por otra parte, con una deuda de más de 720 millones de euros acumulada, consecuencia directa de la cicatería con que los sucesivos gobiernos de la Generalitat han tratado a la CCRTV para tenerla aún más atada y subordinada a sus exclusivos intereses políticos partidistas, otro de los más importantes retos de futuro del servicio público de radiotelevisión será, sin duda, proceder a la revisión a fondo de sus propias estructuras internas y también de algunas de sus inversiones externas.

En un panorama de las comunicaciones como el actual, en el que el peso específico de Cataluña es prácticamente inexistente incluso a escala estrictamente española, la CCRTV -y de modo muy especial TV-3- debería haber sido, y ha de ser en el futuro, el auténtico motor del conjunto del sector audiovisual catalán, en la actualidad desnortado y sujeto a las casi siempre muy arbitrarias y atrabiliarias decisiones, concesiones, subvenciones y reglamentaciones de los sucesivos gobiernos de la Generalitat.

La puesta en marcha del proyecto del servicio público nacional de radiotelevisión de Cataluña, realizada por el propio Gobierno de la Generalitat sin ningún tipo de consulta con las restantes formaciones políticas representadas entonces en el Parlament y sabiendo que aquél era un proyecto que contaba con un muy amplio respaldo social, vició de origen la organización y el funcionamiento de la CCRTV. Ahora, más de 20 años después, con unas emisoras de radio y televisión públicas potentes y ya consolidadas, cuando todo apunta a que se avecina un importante cambio de orientación política en el Gobierno de la Generalitat, es de esperar que asistamos en breve a la revisión a fondo de este servicio público.

Jordi García-Soler es periodista.

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