Animación rancia
Se presenta y reclama como un homenaje a Antonio Mingote, cuya peculiar estética del dibujo la película reproduce con una animación más bien torpona y, valga la paradoja, poco animada. Propone una historieta de aventuras con niños y con coartada histórica -que, por lo demás, se salta a la torera cuando le viene en antojo: permisos que la ficción se toma casi siempre-, con atentado a Alfonso XII incluido; y muestra un Madrid ancestral en el que hay de todo: conspiradores antimonárquicos, pueblo que saluda alborozadamente a sus gobernantes, buenos sacerdotes que arrojan monedas al esforzado pueb...
Se presenta y reclama como un homenaje a Antonio Mingote, cuya peculiar estética del dibujo la película reproduce con una animación más bien torpona y, valga la paradoja, poco animada. Propone una historieta de aventuras con niños y con coartada histórica -que, por lo demás, se salta a la torera cuando le viene en antojo: permisos que la ficción se toma casi siempre-, con atentado a Alfonso XII incluido; y muestra un Madrid ancestral en el que hay de todo: conspiradores antimonárquicos, pueblo que saluda alborozadamente a sus gobernantes, buenos sacerdotes que arrojan monedas al esforzado pueblo llano... todo muy sanote y castizo, como se ve.
Pero a Mingote lo que es del dibujante: su concepción del dibujo podrá gustar más o menos, pero ninguna responsabilidad le compete en lo que está peor de la película: el guión, que firma Pedro Delgado, el director del asunto. Redundante, disparatado pero sin un gramo de gracia, como si los potenciales espectadores a quienes se dirige la historia fueran a empatizar con los personajes sólo porque se llaman Alvarito y Paloma -el relojero que los ampara y protege se llama don Isidro: todo muy madrileño-, no por lo que les ven hacer o por la credibilidad de su construcción.
PUERTA DEL TIEMPO
Dirección: Pedro Delgado. Intérpretes: película de animación. Género: animación de aventuras, España, 2002. Duración: 80 minutos.
Llena de situaciones no ya inverosímiles, sino profundamente tontas -todo lo relacionado con el malvado Simeón, un cruce entre judío maquiavélico e Iznoguz, el intrigante que quería "ser califa en lugar del califa": deplorable-, la película tal vez gustará a los amantes de Mingote, pero seguramente muy poco a unos niños a quienes este tipo de animación les resultará del paleolítico superior.