Tinto de verano | GENTE

Porno casero

Los hijos unen. Ya sé que Shere Hite dice que hay que aprovechar la ausencia de los niños para realizar acrobacias sexuales en espacios alternativos. Vale, que lo haga Shere Hite si tanto le gusta. Yo todavía tengo señales en el cuerpo de aquella mañana de hace años en la que, aprovechando que los niños estaban en campamentos bilingües, intenté emular a Jessica Lange en El cartero siempre llama dos veces. Entré en la cocina donde mi santo preparaba el desayuno, me lancé boca arriba sobre la mesa y como una loba en celo empecé a tirar con manotazos las tazas de café y las tostadas. Mi sa...

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Los hijos unen. Ya sé que Shere Hite dice que hay que aprovechar la ausencia de los niños para realizar acrobacias sexuales en espacios alternativos. Vale, que lo haga Shere Hite si tanto le gusta. Yo todavía tengo señales en el cuerpo de aquella mañana de hace años en la que, aprovechando que los niños estaban en campamentos bilingües, intenté emular a Jessica Lange en El cartero siempre llama dos veces. Entré en la cocina donde mi santo preparaba el desayuno, me lancé boca arriba sobre la mesa y como una loba en celo empecé a tirar con manotazos las tazas de café y las tostadas. Mi santo se me quedó mirando con los ojos atónitos, parado como un muerto con la cafetera en la mano y dijo con un hilillo de voz: "Pero ¿se puede saber qué haces?". No pude ni responder porque la mesa de nuestra cocina es de dimensiones notablemente inferiores a la de Jessica Lange y la cabeza se me quedó colgando hacia atrás y me quedé como muerta en el sitio. Mi santo, que había visto el estremecedor documental 50 maneras de morir sin salir de casa: galería actualizada de accidentes domésticos, llamó a Evelio, que estaba en su zanja, para que le ayudara a incorporarme. Aún recuerdo a Evelio que, sin soltar el cigarro, decía: "Mi señora hizo esto mismo hace unos años, debe ser que las da de pronto como un repente cuando empiezan con los trastornos". Recuerdo las instrucciones de mi santo a Evelio: "¡Pasemos esta sábana por debajo del cuerpo y llevémosla al sofá!". Recuerdo ir metida en aquella sábana, dándome con los filos de las puertas, oyéndoles jadear, porque los hombres presumen de fuerza bruta, pero a mí que no me digan, varias veces me dejaron en el suelo porque se ahogaban del esfuerzo, y después de tanta historia, me soltaron en el sofá de cualquier manera, que se me vinieron los dos detrás y casi me aplastan. Al día siguiente, cuando me pusieron el collarín, le dije a mi santo: "Mira, no veas más documentales, hazme el favor". Qué niña era entonces. Antes de lanzarme a la mesa, tendría que haber previsto que a mi santo la versión de El cartero... que le ha gustado de siempre ha sido la antigua. Otra cosa no será, pero cinéfilo... Me jode, eso sí, que cuando nos encontramos a Evelio, como ayer, que nos lo encontramos en la peña de la fiestas Los Machorros, me guiñe un ojo y mirándome las lolas, diga: "Tranquila, no se me lance sobre las mesas". Evelio no olvida. Pero algo aprendí de aquello: los hijos unen y no es necesario que se vayan para investigar acrobacias posturales. Ayer vino uno de nuestros pequeños que andan desperdigados por el Estado. Le recargamos el móvil, le dimos las pagas atrasadas, le hicimos su comida favorita; luego se echó en el sofá a dormir y empalmó con la noche. Son curiosos los hijos, con sus amigos no ven la hora de acostarse y con los padres les entra un sueño atroz. Le tapamos como a un niño y nos retiramos a nuestra alcoba hablando bajito. Oh, cuán unidos estábamos. Viva la felicidad pequeño-burguesa. Me lancé sobre la cama matrimonial en plancha al grito de poséeme. Con tal fuerza que se separaron los colchones ortopédicos y desaparecí por la raja de en medio. Oía a mi santo decir: "Lindi, Lindi, ¿estás bien?" Hice bien en no dedicarme al cine porno.

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