Reportaje:

África renueva sus misterios

El Museo Nacional de Antropología propone música, atavío, juegos y creencias como nuevos criterios de exhibición

Cambian los tiempos. Los criterios, también. Así lo prueba el Museo Nacional de Antropología, edificio erigido a finales del siglo XIX y que afronta hoy una transformación de gran alcance y hondura. Por fuera, su espléndida fachada encastrada en Atocha, con cuatro columnas jónicas bajo un frontón donde habita Minerva, permanece andamiada bajo una envoltura que cubre su delicada restauración. Ciertos desprendimientos asustaron meses atrás a la dirección del museo madrileño, que recibe cada día más visitantes en su sede de Alfonso XII, 68. También será remozada una de sus cúpulas emplomadas, den...

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Cambian los tiempos. Los criterios, también. Así lo prueba el Museo Nacional de Antropología, edificio erigido a finales del siglo XIX y que afronta hoy una transformación de gran alcance y hondura. Por fuera, su espléndida fachada encastrada en Atocha, con cuatro columnas jónicas bajo un frontón donde habita Minerva, permanece andamiada bajo una envoltura que cubre su delicada restauración. Ciertos desprendimientos asustaron meses atrás a la dirección del museo madrileño, que recibe cada día más visitantes en su sede de Alfonso XII, 68. También será remozada una de sus cúpulas emplomadas, dentro de la misma actuación que protagoniza el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes. Pero la estrella de la remodelación se refiere a los contenidos. África, el continente que se despliega apenas a 14 millas náuticas de España y que continúa siendo un fascinante enigma para miles de madrileños, va a ser mostrado a partir de ahora con nuevos y más ricos criterios para su cabal comprensión.

Al continente negro dedica el Museo Nacional de Antropología su primera planta, unos 400 metros cuadrados de superficie. De los aproximadamente 4.000 objetos africanos almacenados en sus depósitos van a ser seleccionados tres centenares. Hasta ahora, el criterio empleado para exhibir los fondos del museo era de tipo geográfico-territorial: África del Norte / Sáhara / África subsahariana... Sin embargo, tras la culminación este mismo otoño de las obras ahora iniciadas, serán otras pautas las que permitirán entender de manera interpenetrada la riquísima realidad continental. Así lo explica Francisco de Santos Moro, conservador de las colecciones asiáticas y africanas del museo, ideador ahora de la reforma: "Hemos concebido un cambio sustancial que deja a un lado los antiguos cánones para abordar el conocimiento de África con paradigmas muy distintos, que incluyen Indumentaria-Adornos, Vivienda y Creencias, más Música-Actividades lúdi-cas", anuncia.

De igual modo, también afluirán a los futuros paneles y vitrinas objetos procedentes de otros países, fuera del ámbito colonial hispano, visitados por los exploradores españoles del siglo XIX, desde Camerún a Nigeria, de Ghana a Benín. El viejo corsé territorial, tan inútil para entender una realidad trepidantemente transfronteriza como la africana, dará paso a una visión temática y de conjunto que permitirá comparar cómo diferentes etnias y comunidades encararon y afrontan la organización de su vida cotidiana, desde su atavío nupcial hasta su forma de comer, jugar o de sepultar a sus muertos.Gran parte de los fondos que aflorarán este otoño proceden del denominado Museo de África, cuya creación fue decidida en 1946 y consumada en 1961, instalado entonces en el paseo de la Castellana, 3, que a partir de 1973 sería sede de la Presidencia del Gobierno.

Francisco de Santos Moro muestra uno de los juegos que el museo madrileño exhibirá: se trata de una mungula nigeriana, con dos figuras humanas tendidas, rematadas por sendas cabezas, que incluyen hasta 12 huequecitos. "Es un juego para dos y consiste en rellenar los huecos con semillas y arrebatarlas al contrario conforme a una pauta alterna". Otra sorpresa que la nueva configuración del museo va a incluir es una colección de arpas de cuerdas de fibra natural cuya caja resonante es una figura humana, pertenecientes a las tribus okak y ntumu, de la etnia fang, en Guinea Ecuatorial, que acaban de ser restauradas por Inmaculada Ruiz, conservadora del museo, y María del Valle Cordero, especialista contratada al efecto. Su extraña belleza, cuya exégesis realizara el escultor ecuatoguineano Leandro Mbomio, permite evocar los misteriosos rasgos del sacral naturalismo africano, el mismo que inspirara a Pablo Ruiz Picasso sus primeros y balbucientes pasos para adentrarse por el universo de volúmenes, repleto de vida, que llamamos cubismo.

Adornos, talismanes, máscaras, cerámica, muebles y aperos de eficaz sencillez, aparecerán en cuatro escenarios divididos por otros tantos paneles de la innovada planta primera cuya fábrica y pintura, poco a poco, va siendo culminada por los equipos de la empresa HT que acomete esta tarea; toda la carpintería interior del añejo edificio será también mejorada de modo acorde con las normas en vigor en los principales centros culturales europeos. Con las transformaciones emprendidas ahora, el museo, dirigido por Pilar Romero de Tejada, se innova en el kilómetro de oro de la cultura capitalina, Prado-Alcalá-Alfonso XII-Atocha, donde la antropología goza ya de un merecido espacio propio.

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